Parte 2
Es justamente el trabajo en grupo el que facilita
este cambio del paradigma de la paz. El buen
funcionamiento del grupo nos pide que nos orientemos hacia el objetivo común por encima de los conflictos
que nuestras diferencias puedan generar. Pide que nos iniciemos en la armonía del conjunto por medio de técnicas de armonización. Son en
realidad las técnicas del trabajo de
síntesis: compartir, convivir, cooperar, y comunicar como hermanas y
hermanos, libres e iguales en servicio solidario al objetivo común.
El servicio solidario para el mayor bien del conjunto depende de
nuestra comprensión de las relaciones
más justas con uno mismo (nuestra
alma y Ser Superior), el entorno (limpieza
ambiental) y los demás (respeto,
perdón y compasión) en nuestro contexto vital.
Estas relaciones pueden llevar una mayor justicia según nuestra capacidad de proyectar los efectos de nuestros actos en la evolución
armoniosa del conjunto de la humanidad.
Esta capacidad depende del trabajo de liberación que hayamos efectuado
sobre el impacto de las dimensiones inferiores (espacio/formas;
tiempo/condiciones transitorias de sensibilidad; fuerzas de información/formas
o conceptos pensados) permitiendo alinear nuestra personalidad a la realidad divina
de nuestro Ser Superior que forma parte del Gran Ser Superior (Cristo-Buda).
Por medio de esta liberación las fuerzas tridimensionales de nuestro carácter humano inferior se
ponen en la reserva o retiro (en
el subconsciente) y desaparece el dominio por parte de nuestros deseos para comenzar a funcionar, de una
manera automática y según las necesidades, en servicio más y más armonioso con la
voluntad del plan divino que se revela a nuestro Ser Superior gracias a esta
liberación. Lo podemos llamar la “muerte caracterial o egótica” de
nuestra personalidad.
Por medio de este trabajo aprendemos a observar más allá de nuestros
límites y condicionamientos que se reflejan en nuestro cuerpo:
- por debajo de nuestro ombligo mediante el hara, centro de purificación que abastece la vitalidad,
los sentimientos y las ideas y formas pensadas de nuestra mente concreta.
Se libera
por la voluntad de mirar hacia arriba, más allá de los límites de la forma, del
tiempo y de los conceptos concretos (acercar-igualar
nuestro cuerpo con nuestro espíritu).
- a la altura del esternón (nivel del timo) mediante
el centro raja, centro de
armonización y de organización de nuestra elevación en la luz espiritual de
nuestra alma y Ser Superior.
Se libera cuando
el diafragma se libera, permitiéndonos vivir respirando a pleno pulmón más allá
de los límites de nuestra persona individual (liberar nuestras capacidades de percepción por la intuición).
- en el centro de la cabeza, mediante el centro kalki, centro destructivo de nuestra confusión
mental que conduce a la organización de relaciones ideales o búdicas.
Este centro
(alta menor) cuyo frente (ajna) no es más que el resultado de las
proyecciones de nuestra comprensión, se libera por medio del trabajo de
síntesis o la voluntad de crear la visión holística por la unión de todas las
partes cerebrales (unir las
fuerzas de nuestras facultades o talentos).
Este
trabajo consiste en mantener la (a)tensión por encima de
nuestra cabeza, hacia el centro cósmico (Shamballah, la habitación de Dios), el
corazón espiritual de la voluntad divina, vía nuestra alma y nuestro Ser
Superior. Este trabajo revela la voluntad del propósito divino: realizar el mayor bien para todos.
En concreto este trabajo supone:
-La meditación mental: meditación dinámica que dirige
conscientemente nuestras intenciones positivas hacia algunos o varios elementos
de la vida (invocaciones, rezos, visualizaciones…)
-El desarrollo de nuestra intuición, o la capacidad de entrar directamente en la esencia
de lo manifestado y de lo no manifestado y expresarlo.
-Le negación continua a actuar en contra del
plan divino, o la sumisión u
obediencia a la voluntad divina que se revela en la medida que intuición y mente
trabajen en equilibrio mutuo.
Es necesario pues más allá de la buena voluntad, querer estar en servicio concreto para el mayor bien de todos. Es ser servidor del mundo en la práctica.
El servidor del mundo observa más allá de la importancia egocéntrica que
nuestra pequeña personalidad da a sus fijaciones tridimensionales en las formas
materiales, las emociones pasionales momentáneas y las ideas concretas. Se
libera buscando las armonías de los
acuerdos de la cuarta dimensión supramental extendiendo la energía
incondicional de amor y sabiduría de su corazón para purificar la naturaleza
inferior y limitada de su personalidad tridimensional.
En efecto, tenemos la vida y nuestro corazón físico funciona en primera
instancia por la fuerza del Ser Superior, el Espíritu que abastece un acuerdo
profundo entre nuestro espíritu particular (energía libre individualizada) y nuestro
cuerpo (esta energía densificada en una forma limitada). Esta energía libre,
que el Ser Superior genera en nuestro corazón, permite focalizar, mediante la
cabeza, el centro animador, el alma sobre nuestra cabeza con la fuerza de la
Inteligencia Incondicional (mental abstracto, divino) de nuestro espíritu o Ser
Superior Particular.
Por el mantenimiento de esta
focalización de acuerdos nos
faltara cada vez más el desarrollo de nuestra capacidad supramental de síntesis
para comprender los reflejos de la
voluntad del diseño divino en
los acuerdos de armonía, escondidos detrás del mundo tridimensional. Podemos
entonces ajustar nuestras relaciones y elegir condiciones de servicio más
justas que llevan a coincidencias más
armoniosas y felices. Las coincidencias ganarán entonces su verdadero
sentido de confluencias de energías que liberan informaciones inteligentes de
armonía en lugar de energías fatales que se encuentran y fusionan por un azar
incomprensible, pero que están en realidad provocadas por las acumulaciones de
tensiones de desorden que hayamos provocado en el conjunto.
Perseguir el mismo destino
La conciencia de pertenecer al mismo conjunto de vida, como hermanos,
iguales y libres, libera la voluntad de armonizarnos mutuamente en la perspectiva
del mismo destino, ajustando nuestras relaciones con el despertar del espíritu de solidaridad.
Es decir, la pequeña voluntad individual de nuestra personalidad humana
se eleva vía agrupaciones, desde nuestro horizonte de visión limitada hacia la
visión más y más global de unión colectiva, planetaria, incluso cósmica.
En realidad, se trata de sacrificar
la voluntad individual. La palabra sacro quiere decir: poner en el contexto
del conjunto, abrir para que sirva al todo. Lo que sirvo al todo es santo y sacro.
Mirando por encima de la comprensión limitada de nuestra dualidad mental: el
sentido del sacrificio no es perder algo sino estar por encima de sus condiciones limitantes. Por el contrario, es ganar
todo: entrar en la abundancia de la
Gran Vida de la energía universal con su potencial infinito de información
inteligente. El sentido de abundancia nunca lleva a una satisfacción duradera en el nivel de nuestra
personalidad individual. Solo se convierte en realidad en el contexto de
nuestro acuerdo con la Vida Universal y nuestra conexión con sus fuentes.
El destino de la humanidad y de cada
uno de sus partenarios (socios) no puede revelarse por medio de la visión
limitada y condicionada de una sola persona desde el encierro de su situación
temporal de vida propia o sus experiencias propias. Es en la apertura mediante el trabajo de síntesis sobre las experiencias de todos
y sus cambios de condiciones y de intensidad a través los tiempos, que se revela el potencial del diseño divino y
su propósito. El trabajo de síntesis hace referencia a la vida colectiva en
común y la interactividad entre todos sus elementos. En la vida colectiva hay
las raíces que indican la dirección o el sentido de su mejor desarrollo. Va por
encima de todos los conceptos de la mentalidad individualista, dualista y
exclusiva del ser humano.
En estos tiempos los efectos destructivos de los actos de división del
ser humano se unen a los cambios cósmicos que siguen el proceso de purificación
cíclica según el diseño divino. Están
provocando un tiempo de gran transición
propicio para el despertar de la conciencia planetaria de la que todos los
seres humanos forman parte del mismo plan y destino. Es la primera vez que la
humanidad es suficientemente libre para elegir
el mejor o peor camino de su destino. Es decir tiene por delante el desafío
de hacer o no un salto hacia una realidad mayor de unión.
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