Nuestro viaje en París nos apuntó la cuestión: ¿en qué mundo vivimos?
Constatamos que la situación mundial y la supervivencia del ser humano pasan a ser cada día más críticas
puesto que parece que no podemos poder prever claramente las consecuencias de nuestros
actos ni sobre la armonía del conjunto de nuestro medio ambiente, ni a largo
plazo. La seriedad de la situación apenas parece preocupar en concreto y por lo
menos está subestimada. Eso nos da la impresión de vivir en un mundo irreal, que no corresponde con
nuestra verdad interior.
Estamos encuadrados por un mundo de pensamientos, impuestos
por un orden mantenido por una minoría de personas. Este orden esta aceptado
como legítimo y en consecuencia tiene la etiqueta “verídico” por el solo hecho
de que estas personas estén consideradas como “elegidas”, de una u otra manera.
Estos elegidos llegan a mantener al parecer la masa de la
gente en el orden legítimo por un comportamiento de conveniencias automáticas y
evidencias “consagradas”, y que no se tiene el derecho a poner en cuestión. Por
otra parte, combatir este orden establecido no tiene sentido puesto que se basa
en el peso ciego de una masa relativamente inconsciente. Es precisamente este
peso ciego el que empuja a escaparse y a hacer diferenciadamente puesto que es
la única manera pacífica para crear las nuevas raíces de un orden nuevo más
justo.
¿Por qué no
lo vemos?
Pensamos y observamos el mundo como niños “divinos” que piensan que todo es posible.
Nos identificamos con toda clase de modelos establecidos y sobre todo con los
modelos del éxito: las “estrellas” de la jetset con su luz transitoria de
“glitter” (resplandores).
Nuestra manera de ver y pensar parece poder entender el destino de la humanidad
solo a través de conceptos de dependencia de niños que tienen la tendencia a ser
solo sensibles para lo que pueda aprovecharles directamente a ellos mismos. Aún
no desarrollamos la visión de aquello que sea bien para todo el mundo.
Nuestra comprensión se limita aún por lo que se percibe del exterior y se
impone por la fuerza del poder de arriba. Es una fuerza “masiva” que pretende
la unión pero que, por su estructuración, se basa en la división y la selección
elitista cuyas pretensiones idealistas encontramos en todos los ámbitos de la
vida, incluidas en las prácticas de las religiones.
Hacia la
liberación de la Luz de Verdad en el mundo
Se nos enfrenta frecuentemente con el hecho de que sea difícil
de entrar en el pensamiento del otro e imaginarnos el estar “en su lugar”.
Tendemos más bien a pensar francamente “en
el lugar de los otros” para imponer nuestras ideas y de rechazar aquello
que no está según nuestras convicciones y creencias como si la verdad fuera
nuestro privilegio exclusivo. Sabemos, a través de nuestras experiencias
repetidas, que es difícil cambiar la idea de alguien cuando no podemos compartir situaciones que son comparables.
Cuando no podemos mostrar con nuestra
empatía nuestra solidaridad concreta mediante el compartir
situaciones concretas
comparables, es difícil afectar la
sensibilidad del otro y liberarlo de su espíritu de separación.
Efectivamente, vemos mal nuestras propias incoherencia
Es
necesario poner de manifiesto en primer lugar que no nos separamos del otro debido nuestro
poder, nuestra posición, nuestra autoridad, nuestra profesión, nuestras
convicciones o creencias. Pues es necesaria la humildad para llegar al nivel
del otro y poner de manifiesto que no
somos ni más, ni menos que cualquier otro en el servicio
a la Gran Vida del universo.
Además, juzgar
situaciones que no hemos vivido, crea necesariamente distancias y
frustraciones que corren el riesgo, según la gravedad, de transformarse en
reacciones negativas, desde el orgullo hasta la violencia. Son los efectos
automáticos, difícilmente controlables, del rechazo y de la agresión humanos sentidos
a nivel físico, emocional, mental y/o espiritual-religioso. Se viven realmente
como una limitación e incluso una negación de la energía de amor incondicional, anclada en el corazón de cada uno. Causan
distorsiones a las razones que esta energía de amor da a nuestro corazón para
vivir y pone en cortocircuito así su
conexión con el potencial vital (talentos) de nuestra alma.
Esta conexión energética, con su luz de información espiritual,
está fijada en el corazón de cada uno para toda la duración de nuestra
encarnación. Transmite la Luz de la Verdad de nuestro espíritu, no solamente en
relación con nuestra vida terrestre actual, sino en todos los niveles de la
Creación. En efecto, nuestro espíritu es UNO con el Gran Espíritu de Verdad, más allá de sus manifestaciones en
formas diversificadas. Es un punto de luz en nuestro corazón como una puerta hacia el reino superluminoso del Espíritu Santo o Universal. Es
como el reflejo de una estrella (star) en el cielo que nos ilumina. Su Luz de
Verdad es pues lo más precioso en
nosotros, independientemente de nuestra situación y personalidad como efectos
de nuestros condicionamientos y experiencias de vida, elegidas consciente o
inconscientemente.
El trabajo
de liberación de la verdad consiste en el aprendizaje de cómo estar en armonía
con Esta Luz, expresarla e irradiarla en nuestro ambiente “con el fin de que seamos la Luz
del Espíritu de Verdad sobre tierra” como una lámpara encendida sobre el
camino de la vida para guiar a nuestros semejantes. Todo eso corresponde a una
realidad energética sutil que debemos desarrollar hasta en nuestro cuerpo
físico. La vid no da frutos repetitivos sin raíces.
La esencia del trabajo de Verdad es transmitir Su Luz con el
fin de que la respuesta en el otro sea como una realidad de solidaridad viva que crea una relación justa, basada
en la autenticidad, el respeto y la
indulgencia mutuos. Trabajar la verdad es pues comunicar de tal manera que crea relaciones más justas, basadas en
la solidaridad.
La
comunicación solidaria.
La comunicación solidaria es lo que es fundamental para la
transmisión de la Verdad. Esta transmisión no puede hacerse realmente hasta que
pronunciamos palabras sobre formas de información inteligente que facilitan el acceso a la luz de la Verdad
Interior del otro. El arte de comunicar es generar vibraciones adaptadas
para que causen una resonancia que afecta el corazón del otro y faciliten la
conexión con su alma. La respuesta se convierte entonces en un reconocimiento supramental o de
dimensión espiritual que abre los límites del mental concreto en vez de
causar un rechazo o bloqueo. Es un proceso que pide mucha sensibilidad,
paciencia y progreso constante, y a menudo también flexibilidad y repeticiones.
Las
dificultades a nivel colectivo.
Esta comunicación es más difícil en el marco de las ideas y
normas establecidas de nuestras entidades colectivas, sobre todo arraigadas
desde hace tiempo. El tiempo acumula la fuerza de las tendencias, justas o
injustas, para crear prácticas, convicciones y “normas” que adquieren un
impacto inevitable en la vida colectiva y sus organizaciones. Tienden a superponerse a nuestra verdad interior
como un peso ciego. El mantenimiento del orden establecido tiene que apoyarse
al respecto. Entonces es tanto más difícil cambiarlas en cuanto que se revelan como
obsoletas o injustas. ¿Por qué?
Tendemos naturalmente, como instintivamente, a ocultarnos detrás de la visión oficial y dominante
del momento. No se trata solamente de costumbres, como hablar en voz alta en
los lugares colectivos para ser oído (como en el restaurante), sino también
comportamientos que garantizan una forma de protección y seguridad para ser
reconocido y aceptado, como la manera de vestirse, de comer… Cuando no aparecemos
según las normas, nos ridiculizamos y corremos el riesgo de exclusión porque eso molesta y amenaza el orden establecido.
Este orden corresponde a un determinado nivel de conciencia que tiende a
proteger, como lo hace nuestro mental inferior, con una clase de barrera inquisitorial las creencias
institucionalizadas. Esto hace difícil, si no imposible, plantear la cuestión de la razón o de la
verdad profunda de lo que sea diferente. Miramos la película de Juan
Salvador Gaviota.
Lo que desvía de las normas establecidas se siente como una amenaza que hay
que negar, y si es necesario, excluir
completamente como con la guadaña con el fin de que el orden establecido no se
ponga en cuestión en nombre de una verdad reducida por la conciencia colectiva necesaria
de ampliar.
Pero la Luz
de Verdad es siempre más fuerte. Es la razón de la vida. El
rechazo y la falta de ajuste y armonía de nuestras relaciones mediante la
comunicación llevan siempre a radicalizaciones y finalmente a la caída del
orden establecido. Resistir a la verdad no hace más que reforzar las dudas y la
incredibilidad. Los sabios elegirán la
vía de la paz, de la armonía mediante la comunicación de la Luz
Interactiva, la de la conciencia que todo forma parte de un conjunto. Si se
respeta todo, se respeta uno mismo, así podemos ser respetados. Los ciegos y los sordos, los temerarios y los
imprudentes eligen la vía ciega e
inevitable de los conflictos, la de
la imposición por la fuerza, de la separación y de la exterminación. No conocen
ni el perdón, ni la compasión que un día les será necesaria
a ellos mismos cuando lo necesiten.
Sin comunicación, o con una comunicación sólo en sentido único,
de arriba abajo, el orden establecido no puede conocer realmente las
diferencias y su razón de ser. Todas sus medidas para encauzar los problemas
que podrían plantearse, seguirán siendo bastante ineficaces. Su enfoque sigue
siendo entonces necesariamente teórico,
sin verdad vivida, o infravalorada debido a la opinión limitada o exaltada.
Fijarán necesariamente ideales restrictivos y los anticipan por el hecho que
sólo traducen parcialmente el sentido de las situaciones que se presentan en la
evolución del conjunto.
La verdad de
doble cara.
En cuanto no hay una comunicación solidaria, la verdad
comienza a desviarse y la confianza mutua se pierde. Para evitarlo la
diplomacia crea siempre un ambiente que acoge, lleno de atención y abundancia. En
el caso contrario, la verdad corre el riesgo de mostrar una doble cara. Tendemos
a hacer bonitos discursos de amor y de espiritualidad, pero si la verdad no
puede traducirse en actos de solidaridad concreta, cualquiera que sea la causa, divide la vida en una cara que es falsa, aunque aparentemente bonita o incluso resplandeciente,
y otra cara que es verdadera, pero más bien secreta, y en la medida de lo
posible ocultada e incluso negada por miedo a la incomprensión y el rechazo. Las dos caras se mezclan inevitablemente haciéndole perder a la vida todo su
resplandor y conduciéndola a los relámpagos de los conflictos y de sus armas de
guerra.
Cuando la comunicación no es solidaria, la vida se convierte
en una acumulación de mentiras y el ser humano toma dos caras, lo que se refleja
en sus instituciones. La opacidad y las divergencias en las comunicaciones
prueban bien nuestra falta de conciencia
individual y colectiva, que hacen el trabajo de la verdad sea difícil
puesto que impiden reconocer los errores y las distorsiones de la verdad, sobre
todo colectivas.
La verdad y
el destino de la humanidad.
La verdad espiritual de una visión oficial no es la simple suma de la luz de la
conciencia de los individuos que la componen. Contiene a veces más
claridad, a veces también más oscuridad con todos los efectos obstructivos y
destructivos que eso pueda producir. Aunque el orden establecido haga parecer a
menudo lo contrario, hay muchas cosas no aún reveladas sobre el destino de la humanidad, su papel de
servicio en la creación y su impacto en las otras realidades del universo.
Debido a la separación entre los distintos mundos, el despertar de una
verdadera conciencia colectiva viva, como existe sobre los niveles superluminosos
de la creación, esta frenado. Por lo tanto, la verdad del Espíritu Santo o
Universal de estos niveles superluminosos no puede ser aceptada, ni ser
comprendida y en consecuencia no ser revelada más que a cuentagotas en la medida del progreso de las experiencias
humanas y el despertar de su conciencia en las dimensiones colectivas de la
Gran Vida del universo. Entretanto, la verdad sigue siendo pues un misterio
en una realidad de doble cara.
El tiempo
del cambio
El tiempo
del cambio se puso en marcha, aunque la conciencia colectiva esté basada
siempre en la ley de la separación por
los individuos más fuertes. Esto alimenta la convicción de cada uno de saber más que los demás, creando así una
situación caótica con todos sus excesos. Es precisamente esta situación la que
evoca la necesidad de una visión
holística, global y solidaria para unir el conjunto de las visiones en una
nueva armonía. Es el sentido de la
crisis de la autoridad de los poderes en el mundo.
Aunque
tengan mil razones para justificarse, no justifica nada el no tener en cuenta
la visión y las necesidades de los que están a su cargo. Nadie puede
substituirse en la libertad de la conciencia de los demás y en consecuencia
hacer lo que el otro puede hacer. Tampoco puede imponerle lo que no siente en
lo más profundo de sí mismo. La
verdadera autoridad es libre de todo poder que se impone de esta forma. Se
basa en la verdad de una solidaridad real y se produce solamente para armonizar
las relaciones. (Como el papel de la ONU). La verdad elige el bien de todos y para todos y no para o contra una parte del
conjunto. No destruye, sino pone todo en marcha para transformar lo negativo en
positivo, para crear aperturas allí donde hay faltas, para moderar los excesos con
el fin de que haya lugar para que puedan realizarse nuevos acuerdos más justos en
las relaciones.
El verdadero
poder es sobre todo abrir la visión para
guiar y ayudar allí donde el otro no es capaz de asumirse a sí mismo. Guías
que tienen la visión abierta con la voluntad de un compartir más equitativo, con la intención de una convivencia más abierta y más acogedora y
con el sentido de la cooperación más
fraternal y la comunicación solidaria
son aún raros. Por miedo e incomprensión, los miembros del orden establecido,
tienden siempre a criticarlos para recordarles el orden con el fin de recuperarlos.
El camino de la liberación tiene poco margen de maniobra en el orden
establecido.
Se va pues a
buscar fuera, sobre todo en las redes sociales, como facebook, controlado y manipulado
para ser cada vez más inevitable para viajar en Internet y… para hacer compras.
¡No es una ilusión que corre el riesgo de convertirse en una de las marcas del
animal, mencionado en el libro del Apocalipsis ¡ (Apo. : 13,16) (http://www.wat.tv/video/verite-sur-facebook-marque-bete-5hulr_309yl_.html)
El Instructor de la humanidad y los maestros
del Mundo (los falsos Cristos)
Como
necesitamos luz, buscamos personas, o maestros,
que parecen más “iluminados”
puesto que pretenden poseer la verdad para la solución “ideal” para todos
nuestros problemas. Están los que trabajan de manera “oculta”. Se llaman “illuminati” o maestros del mundo. Otros
hacen mucho ruido y ganan la autoridad, basada en bonitas palabras y promesas
que ocultan a menudo intimidaciones. Saben crear tal impacto que muchos los
siguen ciegos de miedo a perder las garantías para salvarse. ¡Lo que sirve preferentemente
para mantener los viejos paradigmas de incoherencia, división, dualidad y desigualdad
entre maestro y discípulos!
Por todas
partes en el Mundo se espera a un Maestro, un Instructor que lleva varios
nombres según el punto de vista. Nos volvemos a lo que se ha expuesto a este
respecto en el mensaje que precedía acerca del niño masculino bajo el
complemento 1 (1.2). Resumamos que su misión es clara y simple: dar
prueba del Espíritu de Verdad mostrando el camino de la solidaridad mediante la
creación de relaciones más justas gracias al despertar de la conciencia
colectiva. Ser Instructor o Guía va mucho más allá de todo lo
espectacular.
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