La instrucción de un nuevo Orden de Verdad.
Lo propio del Espíritu de Verdad es
manifestarse mediante actos creativos,
palabras constructivas e ideas positivas y renovadoras que superan las simples críticas y los juicios. Invitan a
la apertura, a la interactividad y a la superación de las visiones establecidas
en la perspectiva que pueda realizarse una nueva conciencia, una conciencia de
naturaleza más colectiva que une más allá de las divisiones y diferencias.
El despertar de esta conciencia
colectiva, como entidad de armonía
interactiva y de solidaridad fraternal viva es un paso necesario para
entrar en la Conciencia Divina y la interactividad de su omnipresencia. Dios es
más que la suma de las conciencias de los individuos. Esta nueva conciencia de
armonía en servicio al conjunto es la
voluntad del plan divino para los tiempos actuales: crear, gracias a la bajada
del Espíritu de Verdad, una nueva
alianza de unión fraternal entre Dios y el hombre crístico, el divino en
él.
La finalidad es que cada ser humano sea capaz
de reconocer su potencial y sea libre de ponerlo al servicio del el mayor bien del
conjunto según sus posibilidades (calise,
calix, o el sentido del grial). Esta alianza consiste en concreto en la conexión de nuestro corazón
con el reino superluminoso de nuestra alma. (que Jesús simbolizó con la roca) Esto
es la vía celestial tal como se explica ya en otra parte.(http://pangeosis.free.fr/antask.es.html)
Este plano fue profetizado por el
Cristo en Jesús. Preveía que, según los planes del Padre, el niño divino, quien
había despertado en el ser humano, debería crecer en el momento oportuno para
convertirse en adolescente divino.
La necesidad de esta nueva unión y
conciencia interactiva entre los diferentes niveles de conciencia y la
omniconsciencia divina se presenta para la tierra como el movimiento de la convergencia de la conciencia planetaria
(Pangeosis, ósmosis espiritual entre todos los continentes de la tierra en
compensación de la deriva de los continentes). Es la única garantía para la
supervivencia en la tierra gracias a la creación de una paz duradera como
reflejo de la verdad o la interactividad auténtica, armoniosa y solidaria de la
vida en la tierra.
La ley de las relaciones justas: el poder respetuoso
Para que esta unión sea viva, las
leyes que se aplican actualmente sobre la minoría y la mayoría deberán dejar lugar a la ley de las relaciones justas. Esta ley es una aplicación concreta de la ley: amarse unos a otros,
como a uno mismo. (Juan, 13, 33-35). El fundamento de la ley de las relaciones
justas es el poder real o respetuoso.
Todos tenemos este poder en nosotros, más allá de los poderes jerarquizados. Es
nuestra capacidad de mediación para valorizar
el servicio de cada uno para el mayor bien del conjunto. Es el verdadero
sentido de la realeza en la que se bautiza a los cristianos. Los Estados que
suprimieron la realeza sólo guardaron las apariciones de este poder respetuoso,
pero realmente dejaban paso a un orden permanentemente “revolucionario”,
imprevisible y contestatario. Incluso en los Estados que guardaron la realeza,
hay una tendencia a perder su verdadero sentido debido al comportamiento interesado
de las personas.
La pérdida y la ausencia de la
representación del poder respetuoso significan una pérdida del sentido de la
unión que se sitúa más allá de las diferencias y divisiones parciales que
puedan existir entre nosotros y dentro de nuestras colectividades. Es la
pérdida de una referencia mediadora
entre todos y para todos, que incita a la unión para todos.
Los poderes establecidos no son ya
los únicos encargados del destino humano. La fe en un orden que refleja
solamente el consentimiento de una parte de la humanidad no es suficiente. Es
necesario un orden vivo de consenso general y mundial. Debe evolucionar constantemente
para corresponder a la subida de la realidad de la vida del ser desde la base con
el fin de que todos estén valorizados
para poder explotar su potencial como un servicio al conjunto (talentos). En
realidad, se trata de una puesta en cuestión de las razones de todos los
principios sobre los cuales el orden establecido está basado (crecimiento de
producción y de población, sentido del trabajo, el dinero, la educación, la
propiedad, la administración…).
De la fe hacia la realización
La fe es tributaria de un
ideal o fuente de vida que supera el
entendimiento común de nuestra conciencia. El ejemplo - tipo es la fe en
Dios, Alá, Buda… En lo más profundo del ser humano, existe una realidad o ideal
que sobrepasa todo y que experimenta, niega o acepta, eventualmente sostenido
(o impuesto) desde el exterior. La fuerza de la fe depende de nuestras
experiencias vividas. Las experiencias la hacen viva con el fin de superar finalmente
la actitud de nuestra simple aceptación. Se trata de un despertar y evolución
de conciencia que cambia nuestra confianza y creencia en primer lugar como
confirmación y poco a poco como estado de ser
realización de…
La iglesia tiene una gran visión de fe, pero privilegia una visión
masculina de Dios que se encuentra en su gobernanza, aunque los practicantes de
hoy sean cerca del 90% mujeres. Dios está más allá de esta división humana, si
no, no sería verdadero. ¡Con qué derecho la razón masculina juzga la inferioridad
del servicio de la mujer a Dios si no es por el efecto del impacto de las
condiciones antropomórficas de la conciencia humana?! Es un ejemplo del peso de
las relaciones ciegas que se imponen en la sociedad con la inconsciencia de la
masa.
¡Razón masculina e intuición femenina no son solo complementarias sino
que se rectifican mutuamente, como la ciencia y la conciencia! El hombre tiene
al parecer dificultades para admitir que el carácter maternal de la mujer muestra a menudo una mayor capacidad de enfrentarse con las verdaderas
necesidades de la realidad debido a su sentido práctico?! ¿ El hombre, no es acaso más bien teórico
(que puede provocar theo-risa)?
La fe de la iglesia nos parece claramente limitada por fijaciones
masculinas, falta de comprensión, compasión y perdón reales hacia las
imperfecciones de la evolución humana. ¿El amor `incondicional', del que habla
San Pablo, ¿qué quiere decir en la práctica? La falta de escuchar y comunicar (siendo
más bien una escucha unilateral), la falta de visión holística, realista y
evolutiva y de comprensión abierta, mantienen
la puerta del Reino superluminoso de la verdad del Espíritu de Dios cerrada.
¿Para que servirán aún las claves del Reino (el sentido del Grial) donde el
sucesor de Pedro es el guarda, si la iglesia no se sirve de ellos o con un amor
demasiado alejado de la vida concreta?
Cuando las instituciones no corresponden a las necesidades de la
evolución de nuestra conciencia, sus preceptos bloquean la visión de nuestros
ideales así como el potencial que debemos fructificar para realizarlos. Nos
cortan de nuestra alma y su reino de verdad. En efecto, fijando un ideal en formas estructurales (jerarquía,
leyes, dogmas…) existe el riesgo de
limitar las revelaciones propias y necesarias para la realización de su evolución
debido a que crean una situación de anticipación restrictiva para su
realización. Esto convierte la visión de su desarrollo y su realización
progresiva en difícil, si no imposible. Las exigencias de la fijación empujan a
quemar todas las etapas y a bloquear las aperturas a toda nueva revelación de
la vida. Quemar el ideal sobre el altar
de sus exigencias es proyectar finalmente su realización fuera del orden establecido. ¡Es
convertirlo finalmente en imposible e inalcanzable! ¿No es cierto que Jesús
no impuso o recomendó estructuras?
La trampa de la fe se encuentra en la desmesura de nuestras
aspiraciones espirituales y la impaciencia para con las resistencias en nuestro
entorno. Cuando nuestros medios (tales
como organizaciones, dinero, administración, jerarquías, leyes, profesiones, sacerdocio…) pasan a ser finalidades en sí mismas, van en contra
de la verdad de la vida en cuanto a su mejor evolución. Esta aspiración, además
si es oportunista, es la razón por la que nuestros responsables corren casi
siempre detrás de los problemas y a
menudo crean más aún en vez de verlos y enfrentarse con ellos a tiempo para
mejorarlos y prevenirlos.
La adolescencia de la humanidad:
Los efectos de esta situación fijada e idealizada se reflejan en lo
que los adolescentes experimentan y
expresan actualmente. Reconocen cada vez más difícilmente lo que el orden
establecido proyecta como sus ideales. Seguramente, tiene mucho que ver que están demasiado estropeados o que el
potencial inventivo de su alma aparece dormido por las facilidades y la presión
materialista de la vida. Con todo, su sentido crítico aumenta como en todas
partes del mundo. Admiten cada vez menos
el modelo de vida que se piensa en
su lugar y que se les impone. Sienten que el sentido, otorgado a su destino por
los gobernantes, no es coherente, a menudo injusto y finalmente suicida. Quieren ver directamente y experimentar por
ellos mismos, pero allí hay pocos para guiarlos sobre cuál es el mejor camino de la verdad.
También es una actitud que se despierta en los adultos. Hay una
frustración general y creciente. Buscan cómo desviarse de la presión cada vez más estresante y
asfixiante del orden establecido. Un cambio profundo se prepara (cambios
profesionales, agrupaciones de solidaridad de toda clase, nuevas formas
colectivas independientes, vida al lado de la relatividad de títulos y diplomas…).
Al mismo tiempo se perfila un desinterés hacia las artimañas del orden
establecido (rupturas con los caminos batidos) pero no inevitablemente hacia la
necesidad de un orden más participativo.
Al parecer, para que la evolución del ser humano se haga más verdadera
o más solidaria, será necesario que el orden establecido de las
responsabilidades pierda sus vestigios de privilegios y visiones parciales.
Debido a que este orden sigue practicando las viejas normas, se divide y se
debilita con la consecuencia de que mucha gente se siente perdida, excluida o
dejados por su cuenta. En este contexto, todas las medidas para poner remedio
siguen siendo insuficientes y a menudo ineficaces. Estas inhibiciones conducen
inevitablemente a crisis y rupturas.
Encontramos un proceso paralelo en las instituciones religiosas. Las
religiones pretenden conocer y seguir los planes de Dios. ¿Es la verdad? Solamente
para una pequeña parte. La verdad de los planes de Dios, sólo puede revelarse a
través de la Vida misma. En cada momento el presente, contiene el “potencial”
del libro de la Vida. Ver este potencial y prever las consecuencias de las
elecciones es el don de la profecía. Es decir, los planes de Dios se revelan en
cuanto seamos capaces de observar
“continuamente” el conjunto de las señales y experiencias humanas, viendo su
sentido trascendente a través de su interactividad “global” en la evolución
del conjunto. Cada experiencia en la creación es una expresión parcial de la verdad de la voluntad de Dios.
Muestra hasta qué punto está de acuerdo o
en desacuerdo con su realización. Todos los problemas ponen de manifiesto que hay un desacuerdo o una
falta de equilibrio en la evolución de la vida (resistencias o
precipitaciones). Muestran la ausencia de estar en la verdad de la elección de la mejor evolución
del eterno presente.
Al hacer la síntesis de estas señales y experiencias (puesta en el
contexto del conjunto) la dirección del plan y el camino ideal pueden revelarse
para el individuo, sus colectividades, la tierra y el universo entero según la
conciencia alcanzada. El camino ideal ilumina también las otras posibilidades y
sus consecuencias lo que permite evitar toda fatalidad o desarrollo con la intervención
de nuestro libre albedrio.
El trabajo de síntesis.
Los planes de Dios no pueden ser
desplegados sino con una visión abierta, global u holística. Eso supone un trabajo de síntesis, donde se ponen las
cosas juntas en un contexto “global”” como se hace cuando se compone un rompecabezas. Ello
requiere una conciencia y ciencia de
síntesis que crean la conciencia colectiva para ver más allá de los estrechos
horizontes de las percepciones parceladas de los individuos. Al proyectar un horizonte global
podemos entrar en la unión interactiva con el mundo superluminoso del Espíritu
Universal debido a que descubrimos de esta forma el sentido de los acuerdos y
desacuerdos que se encuentran como información en cada manifestación. Este
sentido de la interactividad entre acuerdos y desacuerdos está ausente aún en
gran parte a la humanidad y sus organizaciones. Con todo, necesitamos esta
conciencia para poder sobrevivir. Nuestra supervivencia depende de la verdad de
nuestros acuerdos para que por fin la justicia o la vida en armonía reine. La
verdad de esta justicia es indispensable para que cada uno pueda encontrar
su razón de vivir. Ella es la que devuelve
su dignidad mediante el reconocimiento de su lugar de servicio a la humanidad,
en su contexto adaptado y según su potencial realizado.
Este trabajo revela cuáles de
nuestras convicciones no corresponden ya a la voluntad de la verdad divina.
Muestra cómo deformamos esta voluntad con convicciones ciegas, mantenidas por
el peso ciego de la masa con base en el orden establecido sobre el cual se basa
una minoría de espíritus, digamos “iluminati”. Constatamos pues que muchos problemas existen
debido a la falta de conciencia colectiva y global que permite poner nuestras
informaciones en su justo contexto del conjunto al que pertenecen.
Al hacer este trabajo de síntesis
nos daremos cuenta de que muchas de nuestras
convicciones bloquean el “mejor” desarrollo de los planes de Dios. Los problemas
y las crisis surgen cuando no vemos que nos colocamos fuera de la luz de la
sensatez de la evolución hacia la perfección. La perfección, como la abundancia
y la justicia, son atributos basados en
la interactividad colectiva y no solamente privilegios y cualidades de creencias de personas
individuales. La crisis mundial se sitúa interiormente como una desviación
humana en la separación del mundo material con el mundo superluminoso del
Espíritu de Verdad.
Está claro que este trabajo de síntesis no se hace
realmente todavía, aunque los problemas del mundo empujan en este sentido (el
trabajo de las Naciones Unidas y organizaciones mundiales, las conferencias
espirituales, religiosas y otras, los foros, Internet…). Nuestra manera de
pensar necesita tiempo para cambiar. Nuestro mundo de supremacía de la ley de
división, que reguló durante varios milenios, debe evolucionar hacia la ley de las relaciones justas o la ley de la paz por la armonía o la
solidaridad en lo concreto. Pone el principio del poder por imposición en
cuestión, en favor del poder respetuoso y de la confianza en el potencial de
libertad y responsabilidad de cada uno. Es todo un reto y una experiencia educativa para la humanidad y para ello
faltan clamorosamente centros de
referencia y guías-mediador (de
síntesis) que lo incluyan.
Este cambio es difícil porque
implica un cambio en las relaciones maestro-discípulo
o dominantes-dominados. Esta
dualidad debe esfumarse reconociendo que estas cualidades están en cada uno y
que somos todos los guías y los mediadores de uno a otro. Es necesario tiempo y
paciencia para que estas relaciones se armonicen y ajusten e iluminen también las relaciones entre individuos y
colectividades. Esta indulgencia se nos
concede según los planes divinos hasta el momento en que la copa del grial esté
llena. Este tiempo resulta estar muy cerca. Que estemos informados: si el ser
humano no cambia por voluntad propia, la necesidad de la supervivencia sobre
tierra demanda entonces la confrontación con el desbordamiento, la desmesura, lo
intolerable y la destrucción, incluso de lo que era bonito. Los retrasos en los
acuerdos con los planes divinos causan saltos de recuperación con el fin de que
estén terminados y que una nueva luz de verdad pueda estallar. Hasta este
momento podemos elegir que la transformación del mundo se haga de una manera
más suave y apacible.
Nota:
Una indicación del desarrollo del plan divino en el informe de las “siete copas
vertidas” enunciado en el libro del Apocalipsis:
la copa del materialismo; la copa de las pasiones humanas; la copa de la
contaminación mental que sacrifica lo que es sano y santo; la copa de la ceguera
espiritual, tal como la luz solar; la copa de la superproducción y
sobreexplotación humana y su reino de los beneficios y exacciones financieros; la
copa de la fuerza de los espíritus, diciendo “iluminados” y draconianas, que
dominan y dirigen el mundo; por fin, la copa del gran cambio del equilibrio entre
las esferas celestes y las esferas terrestres.
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