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La puerta de Shamballah (el corazón: la habitación de Dios)


Blog para promover un movimiento interactivo en el marco del trabajo de síntesis, presentado como Pangeosis.
El trabajo de síntesis se concibe para liberar la conciencia
colectiva. Se basa en el conocimiento y el control de la energía universal.
Se refiere a cada ser humano y a su responsabilidad.
Recurre especialmente a los líderes: políticas, sociales, económicos, profesionales, científicos, educativos y sanitarios y espirituales y religiosos.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Complemento de reflexiones sobre el 15 de agosto de 2013. parte 1.3

Durante la misa del 15 de agosto en Notre Dame de Paris, había una lectura del libro del Apocalipsis de San Juan (11, 19a; 12, 1-6a, 10ab). Nos había inspirado varios pensamientos y visiones que ya comentamos y publicamos en el blog de Pangeosis. Nos parecía que era necesario añadir más comentarios, que nos vinieron poco a poco sobre la mujer, el desierto y el niño masculino (complemento 1), seguido de otras reflexiones en este contexto (complemento 2)
Note: el libro del Apocalipsis tiene un carácter de holograma holográfico. Contiene los códigos del desarrollo del plan divino en varios niveles, con elementos más o menos repetitivos, ciclos y situaciones que consiguen finalmente su realización.
Complemento 1:
1.1/.Sobre la mujer que huye en el desierto, es decir, la Iglesia y el significado de su lugar para estos tiempos
Según los planes de Dios la Iglesia tiene un papel con un potencial importante para el futuro. Muchos piensan, que debido a que la Iglesia se alejó de la realidad humana y su evolución que ya está pasada. Profecías mal interpretadas reforzaron esta tendencia. Esta amenaza es el dragón, mencionado en el libro del Apocalipsis y ya mencionado en un mensaje precedente.
Intentemos dejarnos instruir por la Luz del Espíritu de Verdad.
El desierto es un lugar de aislamiento. Simboliza un viaje iniciático que abre hacia una realidad más extensa, tal como Jesús lo vivió antes de la realización de su misión. Se trata de  una confrontación con lo que impide esta apertura. Jesús enfrentaba su naturaleza divina de unirse a Dios, estado de unión llamado Cristo, con las propias resistencias y acondicionamientos de su carácter humano. Podían limitarlo y desviarlo finalmente del objetivo de su misión que asentó en su alma. Era una confrontación con el poder de las fuerzas ciegas (el dragón de las pasiones y del poder) que el ser humano hasta entonces  no las tenía controladas todavía.
Proyectamos las fuerzas no controladas como un reflejo que está fuera de nosotros, a causa de nuestra personalidad como un alter-ego, llamado diablo, que puede tomar la forma de condiciones encantadoras, oscuras u hostiles, o entidades y/o espíritus en este sentido. La palabra “diablo” quiere decir efectivamente: aquél que divide, opone y separa. La división o la separación con el Principio Creativo (Dios, el Padre) de la fuente del universo  es la causa del mal cósmico, nuestro mal-estar y de nuestra mala-hora (mal-heur) o desgracia. Todo lo que hacemos sirve a la unión permanente con nuestras Fuentes de Vida, aunque no seamos capaces de verlo. El sentimiento de nuestra pequeña conciencia humana de estar separado de estas fuentes vuelve nuestros actos imperfectos. Este estado de división es el verdadero significado del pecado original causado por la encarnación  (caída o reducción) de la conciencia divina en la forma reducida de la conciencia del cuerpo humano. El ser humano está llamado, gracias a su potencial (talentos) que recibió de las Fuentes de Vida,  a realizar su naturaleza divina  con su servicio a la creación entera comenzando con su entorno directo más cercano.
Es similar para la misión de la Iglesia. Tiene, en el plan divino, un potencial de servicio a todo el universo, pero está empezando  especialmente.  Este potencial sólo existe en este plan y puede perder su sentido en la realidad material, en función de que el pequeño mental de sus miembros lo proyecte o pueda proyectarlo dividiendo la realidad de la vida terrestre en aspiración divina anticipada y fijación celestial por una parte y las experiencias de la imperfección humana de la otra. Dios no tiene como objetivo separar Su Espíritu de su Instrumento de experiencias, la Creación, sino de realizar, ad infinitum, la perfección de la belleza de esta relación a través de cambios cíclicos y transformaciones.
El desierto simboliza un tiempo de experiencia de purificación. Si la iglesia debe huir, es que debe apartarse fuera de un peligro: la oscuridad del pequeño espíritu humano que no está solamente fuera, sino también en el  interior de Sí mismo en todos sus miembros humanos, sin excepción.  Era también el sentido de las tentaciones del diablo, relacionadas con  la naturaleza humana de Jesús.
El desierto es un lugar neutro y libre del impacto de los humanos. Permite pues verse más claramente en frente, así como su destino y su misión real.  Personalmente, hemos vivido cerca de 15 años en un lugar aislado de la garriga con el estricto mínimo de confort pero en torno a una fuente de agua pura, para darnos cuenta de esta verdad.
El plan es que la Iglesia realice una misión en el nuevo tiempo. Debe entonces pasar en el desierto de la auto-purificación, como cada ser humano y colectividad humana deberá hacerlo a su nivel para poder sobrevivir en el nuevo tiempo que se anuncia. En efecto, se trata de una confrontación cíclica, que se hace también sobre otros niveles de la creación sobre el sentido de nuestro servicio en el desarrollo del plan divino. Es como un punto cero, presentándose como una crisis o tribulaciones que ponen en cuestión las evidencias y desviaciones.
Si no hacemos esta confrontación, no podemos servir el plan de Dios en las mejores condiciones, así como su voluntad lo prevé. Entonces nos condenamos a permanecer en el desierto, o en el aislamiento, hasta el momento que el plan prevé una nueva oportunidad. Mientras tanto se nos confrontará cada vez más con las proyecciones de nuestro comportamiento injusto que se vuelve contra nosotros mismos.
He aquí la clave de la Verdad sobre el sentido del desierto.
En el desierto, o nuestro vacío interior, no podemos subsistir sino gracias a lo esencial, la energía de la Vida revelada por Él que es Nuestro Maestro de la Vida: el Espíritu Superior a nuestra criatura humana. Nos revela: La Verdad de Su Respiración Poderosa más allá de los límites de nuestros poderes humanos, Sus Indicaciones de nuestro Camino según las coincidencias inteligentes de sus planos , adaptadas a nuestra situación y nivel de realizaciones y en fin su Acción de Gracias,  llamándonos  permanentemente a unirnos en Su Vida de amor incondicional y de sabiduría infinita.
Eso quiere decir para la Iglesia que debe, como comunión de los “Sanos o Santos de Espíritu”, encontrar de nuevo la esencia de su verdad espiritual hacia todos sus artificios de poder, lo superfluo y las restricciones de servicio que sus responsables y miembros crearon en el pasado y crean  todavía. Son como las franjas doradas que rodean nuestros altares barrocos que tapan la visión simple, humilde y  justa. Son todas estas bonitas idealizaciones que no corresponden al nivel común de la vida humana, ni a la esencia del servicio que debe prestar por medio del altar, el Instituto de la Iglesia. Todo eso tiene un coste y causa un peso que frena la realización de su misión. Necesita gente cualificada, venida de una selección de élites, que se encuentra cada vez menos debido a las restricciones que  se niega a ver sus condiciones superadas en frente. Por fin, la vida de la Iglesia tiene necesidad de evolucionar más allá de las fijaciones en reglas u ornamentos que deslumbran por el hecho que están en desfase con la simplicidad de la vida y su pobreza de Espíritu de la que  debería dar testimonio.
Aunque todo eso sea comprensible y el efecto protector de la falta de conciencia de sus miembros, el Espíritu de Verdad pide que la fe se convierta por fin en una realidad viva, realista y concreta más allá de las teorías, dogmas y normas inventadas por el hombre. Es la única manera para superar los errores, de poder perdonar y de ser perdonado por fin  abrir el camino de la redención crística a cada ser humano. La iglesia debe, por decirlo así, desnudarse para dejar sus ornamentos y sus protocolos con el  fin de mostrar lo que es de verdad para todos los seres humanos: un instrumento que guía el ser humano al reconocimiento y la liberación de su carácter divino. Sin esta liberación de sus bloqueos, no puede curarse de sus heridas del pasado y pretender mostrar el camino de la liberación del mundo. Hay tanta gente que espera esta liberación, frustrada por los efectos negativos de tantos abusos, relaciones injustas e imposiciones irrealistas.
Debe ser como el pobre del espíritu, es decir: sin restricciones en su servicio hacia Dios y todos los elementos de su creación. Debe cultivar la paciencia, el compasión, el perdón y la humildad hacia el mundo entero sin enorgullecerse de ningún manera, ni sobre su misión, ni sobre la distinción de su función sagrada.  La función sagrada, ser sacerdote es por otra parte la vocación de todo el pueblo de Dios (Apocalipsis 5,10: “e hizo para nuestro Dios un reino de sacerdotes (¿solamente los hombres?), que reinan sobre la tierra” ‘(Eso es el “sacerdocio” universal).
En el Espíritu de Verdad la Iglesia debe guiar la evolución y el progreso de la conciencia humana en igualdad y solidaridad entre hombres y mujeres. No puede someter el pueblo de Dios a una visión restrictiva de la Vida,  allí donde Jesús nunca lo hizo, pretendiendo conocer todos los planes de Dios. Supone poder leer el libro de la Vida. Muestra lo contrario cada vez que sus actos causan exclusión, división y sumisión a las restricciones de poderes  de “seres humanos” en nombre del Cristo. ¿Cómo puede pretender  tener la única Verdad y el único derecho de interpretación de escrituras apuradas y limitadas, allí donde sus miembros ponen de manifiesto que carecen de conciencia y juicio divino? ¿Además, el Espíritu de Verdad trabajaría solamente dentro de la Iglesia?
Su verdadera misión, su primer empleo es servir en actos concretos, los más pobres de cuerpo y de espíritu. No debería existir “ninguna barrera” para eso. Con todo, es necesario cartas oficiales  de demanda de audiencia que deben pasar por una cadena estrecha, largos plazos de espera, procedimientos de control para pasar las puertas de los palacios de sus dignitarios para que una simple voz de su base sea oída, a menudo para eliminarse instantáneamente y permanecer sin ninguna respuesta porque la respuesta a menudo no forma parte del protocolo. ¿Dónde está la obra y  misericordia de Dios (opus Dei) en eso?  ¿Cómo pretender conocer la vida a la base?
¿No se escribe en la Biblia que el Reino de Dios es para los pobres de Espíritu? Nos parece querer decir: “los pobres de Espíritus son a menudo a titulo justo los que pueden recibir el Espíritu de Verdad porque no están llenos de ideas y de protocoles de condicionamientos humanos que los bloquean y limitan. 
Es en Este Espíritu de Verdad o en su simplicidad (la  pobreza) que la Iglesia está llamada abrirse al mundo y estimular a los humanos para que den prueba de su verdad interior más profunda en vez de imponer, con el miedo y la culpa, normas que a menudo los propios responsables de la Iglesia no son capaces de seguir. La primera regla, de origen del derecho romano, que era enseñada en la facultad de derecho de  la Universidad de Lovaina en Bélgica era: “summa lex, summa iniuria”. La ley como principio de aplicación absoluta, conduce a las mayores injusticias.
La sustitución por el hombre de la conciencia divina  conduce hacia incoherencias con la imposición de leyes que Dios nunca impondría. Su humanidad y misericordia son muy superiores a los conceptos de la pequeña mente de los humanos que imponen a su corazón reglas absolutas para conducirse: “dura lex, sed lex” ou “ley dura, pero es la ley”. La ley como principio de aplicación totalmente idealizada, conduce a las mayores injusticias por la incoherencia entre ideal anticipado y necesidad de evolución realista. La humanidad y la indulgencia de Dios son muy superiores a las tendencias extremas de los seres humanos, por muy devotos que sean.
Su misión fundamental es abrir la puerta del reino superluminoso  del cielo, donde las estrellas son puertas energéticas intermedias. No puede hacerlo sino por medio del Espíritu de Verdad que une Dios a los hombres de una manera fraternal en su Espíritu Santo  y no por el restringir de  la evolución del destino de la humanidad en idealizaciones puramente espirituales. El espíritu va junto con la  materia y necesita la expresión a través de sus actos y de su evolución  para poder realizar su perfección.
El poder del perdón es dado a todo ser humano y hacia todo ser humano, pero no el derecho de juzgar, de excluir y de dividir en lugar de Dios. La iglesia debe reconocer sus errores y pedir el perdón al mundo. También debe liberarse de los secretos que ocultan y desvían la Verdad. Lo  oculto conduce siempre a situaciones más retorcidas y más conflictivas que lo deseado. La autoridad que EL teme perder, se pierde en la incredibilidad y la pérdida de confianza. La verdad no puede herir sino a la gente que tiene una visión limitada y dividida. El Espíritu de verdad trabaja por otro lado en todas partes, también fuera de la Iglesia y nadie podrá detenerlo.
La iglesia debe pues darse la vuelta hacia una relación justa con la verdad del Espíritu Santo. Para eso, debe mostrar una actitud más receptiva y más abierta hacia todo ser humano mostrando cómo adquirir las claves del Reino en vez de guardarlos para garantizar privilegios de monopolios humanos que falsean las relaciones entre Dios y el ser humano. 
Ninguna relación justa es posible si los seres humanos no se respetan mutuamente y no son respetados como iguales libres y fraternales en el servicio a Dios, independiente del nivel de su responsabilidad y el impacto de su poder. La negación de este principio divino es una astucia del orgullo humano, causado por una falta de aprecio de sus similares. Su respeto es la condición para que cada ser humano pueda reconocer su lugar y su servicio en el desarrollo de los planes de Dios.
La situación actual es muy propicia para este cambio con la elección del papa Francisco, aparentemente  por encima de las oposiciones e incoherencias que existen dentro de la Iglesia. Es una oportunidad de encuentro con la Luz de Verdad del Plan Divino. Además, invita a  toda la humanidad, a todas las religiones e instituciones a mostrarse en disposición al encuentro fraternal y solidario en el humilde servicio a la Luz de Verdad con los que dan prueba de Ella.
El tiempo no deja  ya mucho margen. Por lo tanto, las coincidencias de las señales se volverán claras e inevitables. La hora es para la acción concreta de cerrar la puerta del mal, el dragón de las fuerzas de la naturaleza humana, desviadas de la voluntad del plan divino. El Espíritu de verdad alumbra y no elige un campo pro o contra. Va más allá de las oposiciones de las tinieblas que finalmente se condenan a desaparecer por autodestrucción y auto-juicio si no se transforman rechazando la Luz de Verdad. El cierre de la puerta del mal quiere decir que lo que no esté transformado en la luz de Verdad, desaparecerá en los años venideros  para que la humanidad pueda realizar su destino divino.
1.2/ Sobre el varón
La visita a Notre Dame de Paris nos iluminó sobre la voluntad del plan divino por lo que se refiere a la manifestación del Espíritu de Verdad (simbolizado por el cetro de hierro). La voluntad es que el mundo redescubra la unión divina entre nuestros cuerpos y espíritus actuando en su Luz Divina. En efecto, la Verdad con respecto “al varón” no podría ser aceptada por la mayoría de seres humanos debido a su espíritu de dualidad y confusión concreta que reina sobre sus  ideales, su evolución y su destino que tienen para elegir por primera vez en estos tiempos (Apo 19, 11 y sig.). Solamente en cuanto actuemos en el Espíritu de Verdad, que está  sobre nosotros, tal como se mencionaba en la Biblia, por ejemplo,  en los primeros cristianos para elegir a un sacerdote.  Es solo en la Luz del Espíritu de verdad donde se puede reconocer a los que Este Espíritu “focaliza”.
Eso quiere decir que no se trata de un privilegio de una única persona, sino que evoca un ambiente y un trabajo colectivo en el mismo sentido. Esta es la razón por la que Jesús, que preveía nuestra confusión a este respecto, nos previno: “Entonces si alguien os dijere: "El Cristo está aquí o está allá", no lo creais.” (Mateo 24, 23). 
Este reconocimiento supone pues que haya bastante gente que trabaje en el sentido de la búsqueda de la Verdad y que atrae el Espíritu de Verdad antes de que esta guía pueda ser reconocida. A su vez, el que se espera para guiar el mundo como “consolador”, llamado también el Instructor del Mundo, sólo puede ser reconocido si estimula y guía con su trabajo de verdad el trabajo de sus similares. De esta forma es como la luz de verdad lo pone desnudo.
Además, no se trata, para este tiempo, de la vuelta del Cristo previsto para el final de la vida sobre la Tierra. Se trata de un intercesor que debe conducir la humanidad hacia las fuentes de las aguas vivas (Apoc.7, 16).  Solamente podemos alcanzarlas (el camino de verdad) con la conexión de nuestro corazón con nuestra alma divina. En este contexto la verdad caerá por su propio peso y estallará reconociéndose a sí mismo en nombre de la solidaridad fraternal de los humanos con su realidad divina  interior y exterior y no según esperas o exigencias de visiones de quienquiera. Las apariciones pueden equivocarse a este respecto (el cordero puede ocultar a un lobo, pero un lobo puede ser un cordero, como nos enseña la historia de San Francisco y el lobo de Gubbio. Si en el sentido negativo el lobo simboliza las fuerzas salvajes, en el sentido positivo el lobo (blanco) simboliza el guerrero de la luz espiritual puesto que ve en la oscuridad humana y más allá de la muerte. (Isaias 11 el lobo habitará con el cordero).
Basta con mencionar que el que es llamado a esta misión lo sabe. Instruir es dar la respiración del Espíritu de Luz (adem-Adam-o âme-hatma-alma) Sus nombres son pues significativos en este sentido. El libro del Apocalipsis cita (Cap 19,11-12 y 16, Cap 22, ç (): …. un caballo blanco (Kalki, el principio de la eternidad o la vida más allá de la muerte: la inmortalidad del alma); y el que lo sube se llama “fiel” y “Verdadero; y con justicia juzga y pelea. … inscrito sobre él, un nombre que está solo por conocer… el Verbo de Dios (o Espíritu de Instrucción)…;  … soy consiervo como todo el mundo y como los hermanos que poseen el testimonio de Jesús….retoño de la raza de David… ”.
No es conveniente decir más sobre esto.

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De codicia nace la ira

De la gracia nace la paz interna y externa

De la ira, productora de decepción, nace la angustia

De la paz, productora de satisfacción, nace la alegría y de esta su madre: nuestra asunción espiritual

La depresión confunde la memoria, destruyendo la razón

La asunción espiritual aclara nuestra memoria por encima de la muerte, instruyéndonos en la síntesis de todos los talentos en el Principio de unión de nuestro Padre Divino: la extra-lucidez del oír, del sentir, del ver, del elegir y del discernir. Son las bases de la creación y de nuestra creatividad.

Unen nuestras pequeñas mentes con el entendimiento del amor inmenso que anima nuestro corazón con la luz del Espíritu-Madre de toda la sabiduría del Padre. Manteniendo está luz focalizada, nuestra alma se eleva hacia el Principio Padre-Madre Creador para despertarnos en la Luz de Cristo-Buda, que hace de nosotros hijos e hijas, manifestaciones de experiencias vivas de esta esta triple unión divina como, hermanos y hermanos divinos.

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