Durante
la misa del 15 de agosto en Notre Dame de Paris, había una lectura del libro
del Apocalipsis de San Juan (11, 19a; 12, 1-6a, 10ab). Nos había inspirado
varios pensamientos y visiones que ya comentamos y publicamos en el blog de
Pangeosis. Nos parecía que era necesario añadir más comentarios, que nos
vinieron poco a poco sobre la mujer, el desierto y el niño masculino
(complemento 1), seguido de otras reflexiones en este contexto (complemento 2)
Note: el libro del
Apocalipsis tiene un carácter de holograma holográfico. Contiene los códigos
del desarrollo del plan divino en varios niveles, con elementos más o menos
repetitivos, ciclos y situaciones que consiguen finalmente su realización.
Complemento 1:
1.1/.Sobre
la mujer que huye en el desierto, es decir, la Iglesia y el significado de su
lugar para estos tiempos
Según los planes de Dios la Iglesia tiene un papel con un potencial importante para
el futuro. Muchos piensan, que debido a que la Iglesia se alejó de la
realidad humana y su evolución que ya está pasada. Profecías mal interpretadas
reforzaron esta tendencia. Esta amenaza es el dragón, mencionado en el libro
del Apocalipsis y ya mencionado en un mensaje precedente.
Intentemos
dejarnos instruir por la Luz del Espíritu de Verdad.
El
desierto es un lugar de aislamiento. Simboliza un viaje iniciático que abre hacia una realidad más extensa, tal como
Jesús lo vivió antes de la realización de su misión. Se trata de una
confrontación con lo que impide esta apertura. Jesús enfrentaba su
naturaleza divina de unirse a Dios, estado de unión llamado Cristo, con las
propias resistencias y acondicionamientos de su carácter humano. Podían
limitarlo y desviarlo finalmente del
objetivo de su misión que asentó en su alma. Era una confrontación con el
poder de las fuerzas ciegas (el dragón de las pasiones y del poder) que el ser
humano hasta entonces no las tenía
controladas todavía.
Proyectamos
las fuerzas no controladas como un reflejo que está fuera de nosotros, a causa
de nuestra personalidad como un
alter-ego, llamado diablo, que puede tomar la forma de condiciones encantadoras,
oscuras u hostiles, o entidades y/o espíritus en este sentido. La palabra “diablo”
quiere decir efectivamente: aquél que
divide, opone y separa. La división o la separación con el Principio Creativo
(Dios, el Padre) de la fuente del universo es la causa del mal cósmico, nuestro mal-estar y de nuestra mala-hora (mal-heur) o desgracia.
Todo lo que hacemos sirve a la unión permanente con nuestras Fuentes de Vida, aunque
no seamos capaces de verlo. El sentimiento de nuestra pequeña conciencia humana
de estar separado de estas fuentes vuelve nuestros actos imperfectos. Este
estado de división es el verdadero significado del pecado original causado por la encarnación (caída o reducción) de la conciencia divina
en la forma reducida de la conciencia del cuerpo humano. El ser humano está
llamado, gracias a su potencial (talentos) que recibió de las Fuentes de Vida, a realizar su naturaleza divina con su servicio a la creación entera comenzando
con su entorno directo más cercano.
Es
similar para la misión de la Iglesia. Tiene, en el plan divino, un potencial
de servicio a todo el universo, pero está empezando especialmente. Este potencial sólo existe en este plan y
puede perder su sentido en la realidad material, en función de que el pequeño
mental de sus miembros lo proyecte o pueda proyectarlo dividiendo la realidad
de la vida terrestre en aspiración divina anticipada y fijación celestial por
una parte y las experiencias de la imperfección humana de la otra. Dios no
tiene como objetivo separar Su Espíritu de su Instrumento de experiencias, la
Creación, sino de realizar, ad infinitum, la perfección de la belleza de esta
relación a través de cambios cíclicos y transformaciones.
El
desierto simboliza un tiempo de
experiencia de purificación. Si la iglesia debe huir, es que debe apartarse
fuera de un peligro: la oscuridad del pequeño espíritu humano que no está
solamente fuera, sino también en el interior de Sí mismo en todos sus miembros
humanos, sin excepción. Era también el
sentido de las tentaciones del diablo, relacionadas con la naturaleza humana de Jesús.
El
desierto es un lugar neutro y libre del impacto de los humanos. Permite pues verse más claramente en frente, así como su
destino y su misión real.
Personalmente, hemos vivido cerca de 15 años en un lugar aislado de la
garriga con el estricto mínimo de confort pero en torno a una fuente de agua
pura, para darnos cuenta de esta verdad.
El plan
es que la Iglesia realice una misión en el nuevo tiempo. Debe entonces pasar en
el desierto de la auto-purificación,
como cada ser humano y colectividad humana deberá hacerlo a su nivel para poder
sobrevivir en el nuevo tiempo que se anuncia. En efecto, se trata de una
confrontación cíclica, que se hace también sobre otros niveles de la creación
sobre el sentido de nuestro servicio en el desarrollo del plan divino. Es como
un punto cero, presentándose como una crisis o tribulaciones que ponen en
cuestión las evidencias y desviaciones.
Si no
hacemos esta confrontación, no podemos servir el plan de Dios en las mejores condiciones, así como su
voluntad lo prevé. Entonces nos condenamos a permanecer en el desierto, o en el
aislamiento, hasta el momento que el plan prevé una nueva oportunidad. Mientras
tanto se nos confrontará cada vez más con las
proyecciones de nuestro comportamiento injusto que se vuelve contra nosotros mismos.
He aquí
la clave de la Verdad sobre el sentido del desierto.
En el
desierto, o nuestro vacío interior, no podemos subsistir sino gracias a lo
esencial, la energía de la Vida revelada por Él que es Nuestro Maestro de la Vida: el Espíritu Superior a nuestra criatura
humana. Nos revela: La Verdad de Su Respiración
Poderosa más allá de los límites de nuestros poderes humanos, Sus Indicaciones de nuestro Camino
según las coincidencias inteligentes de sus planos , adaptadas a nuestra situación
y nivel de realizaciones y en fin su Acción
de Gracias, llamándonos permanentemente a unirnos en Su Vida de amor incondicional y de sabiduría infinita.
Eso
quiere decir para la Iglesia que debe, como comunión de los “Sanos
o Santos de Espíritu”, encontrar de nuevo la esencia de su verdad espiritual hacia todos sus artificios de
poder, lo superfluo y las restricciones de servicio que sus responsables y
miembros crearon en el pasado y crean todavía.
Son como las franjas doradas que rodean nuestros altares barrocos que tapan la visión simple, humilde y justa. Son todas estas bonitas idealizaciones
que no corresponden al nivel común de la vida humana, ni a la esencia del
servicio que debe prestar por medio del altar, el Instituto de la Iglesia. Todo
eso tiene un coste y causa un peso que frena la realización de su misión. Necesita
gente cualificada, venida de una selección de élites, que se encuentra cada vez
menos debido a las restricciones que se
niega a ver sus condiciones superadas en frente. Por fin, la vida de la Iglesia
tiene necesidad de evolucionar más allá de las fijaciones en reglas u ornamentos
que deslumbran por el hecho que están en desfase con la simplicidad de la vida
y su pobreza de Espíritu de la que debería dar testimonio.
Aunque
todo eso sea comprensible y el efecto protector de la falta de conciencia de
sus miembros, el Espíritu de Verdad pide que
la fe se convierta por fin en una realidad viva, realista y concreta más
allá de las teorías, dogmas y normas inventadas por el hombre. Es la única
manera para superar los errores, de poder perdonar y de ser perdonado por fin abrir el camino de la redención crística a
cada ser humano. La iglesia debe, por decirlo así, desnudarse para dejar sus ornamentos y sus protocolos con el fin de mostrar lo que es de verdad para todos
los seres humanos: un instrumento que guía
el ser humano al reconocimiento y la liberación de su carácter divino. Sin
esta liberación de sus bloqueos, no puede curarse de sus heridas del pasado y pretender
mostrar el camino de la liberación del mundo. Hay tanta gente que espera esta
liberación, frustrada por los efectos negativos de tantos abusos, relaciones
injustas e imposiciones irrealistas.
Debe ser como el pobre del espíritu, es decir: sin restricciones en
su servicio hacia Dios y todos los elementos de su creación. Debe cultivar la paciencia, el compasión,
el perdón y la humildad hacia el mundo entero sin enorgullecerse de ningún
manera, ni sobre su misión, ni sobre la distinción de su función sagrada. La función sagrada, ser sacerdote es por otra
parte la vocación de todo el pueblo de Dios (Apocalipsis 5,10: “e hizo para nuestro Dios un reino de
sacerdotes (¿solamente los hombres?), que reinan sobre la tierra” ‘(Eso es el “sacerdocio” universal).
En el
Espíritu de Verdad la Iglesia debe guiar la evolución y el progreso de la
conciencia humana en igualdad y
solidaridad entre hombres y mujeres.
No puede someter el pueblo de Dios a una visión restrictiva de la Vida, allí donde Jesús nunca lo hizo, pretendiendo
conocer todos los planes de Dios. Supone poder leer el libro de la Vida. Muestra lo contrario cada vez que sus
actos causan exclusión, división y sumisión a las restricciones de poderes de “seres humanos” en nombre del Cristo. ¿Cómo
puede pretender tener la única Verdad y el único derecho de interpretación de
escrituras apuradas y limitadas, allí donde sus miembros ponen de
manifiesto que carecen de conciencia y juicio divino? ¿Además, el Espíritu de
Verdad trabajaría solamente dentro de la Iglesia?
Su
verdadera misión, su primer empleo es servir en actos concretos, los más pobres de cuerpo y de espíritu.
No debería existir “ninguna barrera” para eso.
Con todo, es necesario cartas oficiales de demanda de audiencia que deben pasar por
una cadena estrecha, largos plazos de espera, procedimientos de control para
pasar las puertas de los palacios de sus dignitarios para que una simple voz de
su base sea oída, a menudo para eliminarse instantáneamente y permanecer sin
ninguna respuesta porque la respuesta a menudo no forma parte del protocolo. ¿Dónde
está la obra y misericordia de Dios
(opus Dei) en eso? ¿Cómo pretender
conocer la vida a la base?
¿No se
escribe en la Biblia que el Reino de Dios es para los pobres de Espíritu? Nos
parece querer decir: “los pobres de Espíritus son a menudo a
titulo justo los que pueden recibir el Espíritu de Verdad porque no están
llenos de ideas y de protocoles de condicionamientos humanos que los bloquean y
limitan.”
Es en
Este Espíritu de Verdad o en su simplicidad (la
pobreza) que la Iglesia está llamada abrirse al mundo y estimular a los
humanos para que den prueba de su verdad interior más profunda en vez de
imponer, con el miedo y la culpa, normas que a menudo los propios responsables
de la Iglesia no son capaces de seguir. La primera regla, de origen del derecho
romano, que era enseñada en la facultad de derecho de la Universidad de Lovaina en Bélgica era: “summa lex, summa iniuria”. La ley como
principio de aplicación absoluta, conduce a las mayores injusticias.
La sustitución por el hombre de la conciencia
divina conduce hacia incoherencias con
la imposición de leyes que Dios nunca impondría. Su humanidad y misericordia
son muy superiores a los conceptos de la pequeña mente de los humanos que imponen
a su corazón reglas absolutas para conducirse: “dura lex, sed lex” ou “ley
dura, pero es la ley”. La ley como principio de aplicación totalmente
idealizada, conduce a las mayores injusticias por la incoherencia entre ideal anticipado
y necesidad de evolución realista. La humanidad y la indulgencia de Dios son muy
superiores a las tendencias extremas de los seres humanos, por muy devotos que
sean.
Su
misión fundamental es abrir la puerta del
reino superluminoso del cielo, donde
las estrellas son puertas energéticas intermedias. No puede hacerlo sino por
medio del Espíritu de Verdad que une Dios a los hombres de una manera fraternal en su Espíritu Santo y no por el restringir de la evolución del destino de la humanidad en
idealizaciones puramente espirituales. El
espíritu va junto con la materia y
necesita la expresión a través de sus actos y de su evolución para poder realizar su perfección.
El poder del perdón es dado a todo ser humano
y hacia todo ser humano, pero no el derecho de juzgar, de excluir y de dividir en lugar de
Dios. La iglesia debe reconocer sus errores y pedir el perdón al mundo. También debe liberarse de los secretos que ocultan y desvían la
Verdad. Lo oculto conduce siempre a
situaciones más retorcidas y más conflictivas que lo deseado. La autoridad que
EL teme perder, se pierde en la incredibilidad y la pérdida de confianza. La
verdad no puede herir sino a la gente que tiene una visión limitada y dividida.
El Espíritu de verdad trabaja por otro lado en todas partes, también fuera de
la Iglesia y nadie podrá detenerlo.
La
iglesia debe pues darse la vuelta hacia
una relación justa con la verdad del Espíritu Santo. Para eso, debe mostrar
una actitud más receptiva y más abierta hacia todo ser humano mostrando cómo
adquirir las claves del Reino en vez de guardarlos para garantizar privilegios
de monopolios humanos que falsean las relaciones entre Dios y el ser
humano.
Ninguna
relación justa es posible si los seres humanos no se respetan mutuamente y no son
respetados como iguales libres y
fraternales en el servicio a Dios, independiente del nivel de su
responsabilidad y el impacto de su poder. La negación de este principio divino
es una astucia del orgullo humano, causado por una falta de aprecio de sus
similares. Su respeto es la condición para que cada ser humano pueda reconocer
su lugar y su servicio en el desarrollo de los planes de Dios.
La situación
actual es muy propicia para este cambio con la elección del papa Francisco, aparentemente por encima de las oposiciones e incoherencias que
existen dentro de la Iglesia. Es una oportunidad de encuentro con la Luz de
Verdad del Plan Divino. Además, invita a toda la humanidad, a todas las religiones e
instituciones a mostrarse en disposición al encuentro fraternal y solidario en el humilde servicio a la Luz de
Verdad con los que dan prueba de Ella.
El
tiempo no deja ya mucho margen. Por lo
tanto, las coincidencias de las señales se volverán claras e inevitables. La hora es para la acción concreta de
cerrar la puerta del mal, el dragón de las fuerzas de la naturaleza humana,
desviadas de la voluntad del plan divino. El Espíritu de verdad alumbra y no
elige un campo pro o contra. Va más allá
de las oposiciones de las tinieblas que finalmente se condenan a
desaparecer por autodestrucción y auto-juicio si no se transforman rechazando
la Luz de Verdad. El cierre de la puerta del mal quiere decir que lo que no
esté transformado en la luz de Verdad, desaparecerá en los años venideros para que la humanidad pueda realizar su
destino divino.
1.2/ Sobre el varón
La visita a Notre Dame de
Paris nos iluminó sobre la voluntad del
plan divino por lo que se refiere a la manifestación del Espíritu de Verdad
(simbolizado por el cetro de hierro). La voluntad es que el mundo redescubra la
unión divina entre nuestros cuerpos y espíritus actuando en su Luz Divina. En
efecto, la Verdad con respecto “al varón” no podría ser aceptada por la mayoría
de seres humanos debido a su espíritu de dualidad y confusión concreta que
reina sobre sus ideales, su evolución y
su destino que tienen para elegir por primera vez en estos tiempos
(Apo 19, 11 y sig.). Solamente en cuanto actuemos en el Espíritu de Verdad, que
está sobre nosotros, tal como se
mencionaba en la Biblia, por ejemplo, en
los primeros cristianos para elegir a un sacerdote. Es solo en la Luz del Espíritu de verdad donde
se puede reconocer a los que Este Espíritu “focaliza”.
Eso quiere decir que no se trata de un privilegio de una única
persona, sino que evoca un ambiente y un trabajo colectivo en el
mismo sentido. Esta es la razón por la que Jesús, que preveía nuestra confusión
a este respecto, nos previno: “Entonces si
alguien os dijere: "El Cristo está aquí o está allá", no lo creais.” (Mateo 24, 23).
Este
reconocimiento supone pues que haya
bastante gente que trabaje en el sentido de la búsqueda de la Verdad y que
atrae el Espíritu de Verdad antes de que esta guía pueda ser reconocida. A
su vez, el que se espera para guiar el mundo como “consolador”, llamado también el Instructor del Mundo, sólo puede ser reconocido
si estimula y guía con su trabajo de verdad el trabajo de sus similares. De
esta forma es como la luz de verdad lo pone desnudo.
Además,
no se trata, para este tiempo, de la vuelta del Cristo previsto para el final
de la vida sobre la Tierra. Se trata de un intercesor que debe conducir la humanidad
hacia las fuentes de las aguas vivas
(Apoc.7, 16). Solamente podemos
alcanzarlas (el camino de verdad) con la conexión de nuestro corazón con nuestra
alma divina. En este contexto la verdad caerá por su propio peso y estallará reconociéndose
a sí mismo en nombre de la solidaridad
fraternal de los humanos con su realidad divina interior y exterior y no según esperas o
exigencias de visiones de quienquiera. Las apariciones pueden equivocarse a
este respecto (el cordero puede ocultar a un lobo, pero un lobo puede ser un
cordero, como nos enseña la historia de San Francisco y el lobo de Gubbio. Si
en el sentido negativo el lobo simboliza las fuerzas salvajes, en el sentido
positivo el lobo (blanco) simboliza el guerrero de la luz espiritual puesto que
ve en la oscuridad humana y más allá de la muerte. (Isaias 11 el lobo habitará
con el cordero).
Basta
con mencionar que el que es llamado a esta misión lo sabe. Instruir es dar la
respiración del Espíritu de Luz (adem-Adam-o âme-hatma-alma) Sus nombres son
pues significativos en este sentido. El libro del Apocalipsis cita (Cap 19,11-12
y 16, Cap 22, ç (): …. un caballo blanco (Kalki, el principio de la eternidad o
la vida más allá de la muerte: la inmortalidad del alma); y el que lo sube se
llama “fiel” y “Verdadero; y con justicia juzga y pelea. … inscrito sobre él,
un nombre que está solo por conocer… el Verbo de Dios (o Espíritu de Instrucción)…; … soy consiervo como todo el mundo y como los
hermanos que poseen el testimonio de Jesús….retoño de la raza de David… ”.
No es
conveniente decir más sobre esto.
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