Un día un hombre preguntó a un
maestro: ¿que significa el mal en el mundo que nos rodea ¿. El maestro
continuaba su enseñanza sin dar una respuesta. En realidad, daba una respuesta con
su actitud. El mal es el estado de estar
separado del conjunto y de expresarlo mediante su actitud. Su efecto es
nuestro malestar.
El origen del mal se
encuentra en el principio de la creación. Se llama el mal cósmico. En el nivel
del plan divino de la “conciencia cósmica” no hay bien o mal. “Todo lo
creado lo es al servicio del dinamismo de la armonía o la perfección del
conjunto”. El conjunto tiene
un horizonte multidimensional de unión sin límites. El malestar empieza desde que
trabajamos en los horizontes limitados de las manifestaciones y sus formas.
Tienen resistencias al dinamismo del conjunto. Así el Uno puede manifestarse bajando
su vibración en formas individualizadas y aparentemente limitadas. En realidad
cada entidad contiene de manera latente un holograma del potencial del universo
a ser realizado por la conciencia encarnada.
Bajando a la densidad de las
formas, el Espíritu ya no ve el sentido
o el horizonte de la armonía cósmica, y la multi-dimensionalidad del dinamismo
interactivo de su unión. Interpreta la visión
de sus horizontes, aparentemente limitados, según los condicionamientos de
su conciencia de unidad conservada y realizada. Depende de la amplitud de su
visión y de la manera que su memoria se
corta de su estado de conciencia del universo infinito en el origen.
Desde
el origen hasta nuestro mundo planetario hay una escala infinita de diferentes
niveles con horizontes mas y mas limitados en la medida en que bajamos a la
densidad de la forma. Haciendo la vuelta por la ascensión o la realización de
la conciencia, a medida que recuperamos la memoria de nuestro origen nos damos cuenta de eso. Superando las
apariencias de los limites de la visión de nuestro horizonte, nos abrimos hacia
nuevos horizontes, dejando poco a poco nuestro mal-estar de sentirnos separados
del conjunto. Empezamos a actuar, más y más de manera inteligente, estando en
armonía, realizándonos para la expresión consciente de nuestro potencial
infinito de amor y sabiduría.
Esta realización del
espíritu se expresa en forma de una Jerarquía de Realización Espiritual,
o una escala de niveles de conciencia realizada. En realidad, es un reflejo del
descenso y de la ascensión del Espíritu Único dentro nosotros a través de los diferentes aspectos de su
esencia, de la que nuestro espíritu forma
parte. Así, mi Espíritu (de Hijo o Hija)
y el Espíritu del Padre Creador (a la vez Madre Matriz) son uno. El estado de “la unión mística” o de la unión
conscientemente viva en mi, es el estado del Cristo, despierto como Buda, en
mi. Es la realidad divina de mi Ser
Superior y de cada ser humano. En este estado el mal no desaparece pero
recibe su sentido de experiencia y
expresión de separación porque el contexto colectivo no permite estar completamente
en unión con el otro por la falta de experiencias de unión, de memoria, o de inconsciencia
por ceguera espiritual. Aún no vivimos en un entorno que esta consciente que
todo forma parte del todo, incluido el ser humano. Hasta el momento que nos demos
cuenta, vivimos en la separación. Mediante el hecho de empezar a vivir en consecuencia cambiamos el entorno, aunque con un equilibrio difícil y nos hace falta tiempo para que
también nuestro entorno entre en la misma unión.
La interpretación del mal es entonces relativa en función del nivel de
la conciencia que hemos realizado y también de nuestro entorno. Para la inconsciencia
el mal es una fatalidad, porque la
inconsciencia es igual a no ser libre. En la medida del crecimiento de la consciencia
somos más libres y podemos ver el mal como experiencias o lecciones, necesarias
según el nivel de la conciencia para ver la luz de las fuentes de nuestro
origen. A medida que subimos en la unión el yo que separa nuestra personalidad
de nuestro ser divino infinito e impersonal se funde en expresiones de perdón y de compasión que son los instrumentos
de la transformación y de la redención del mal. A través de estas
actitudes reconocemos la relatividad de la separación de cada uno, incluidos nosotros,
con el Ser Superior Único. El efecto de estas manifestaciones de perdón y de
compasión no es únicamente superar a nuestros
propios límites sino también de incluir el otro como elemento de su propia
esencia.
En el nivel del horizonte
universal del universo creado, el mal se comporta como un elemento dinámico que
empuja siempre a una mayor armonía. Entonces, en la escala de la ascensión
espiritual el mal está siempre relacionado
con el nivel de la conciencia realizada. Para un espíritu poco elevado
(realizado) , el mal aparece a través de su comportamiento fatal que no llega a
controlarse por causa de las fuerzas de pasión que lo dominan como casualidades
que vienen de fuera. Es perdonable. Para un espíritu mas elevado, el mal es
elegir un comportamiento que le conduce a perder la libertad y sentirse
separado de su realidad superior. Es también perdonable. Pero, si lo hace para
negar la esencia misma de su potencial, no es perdonable hasta que cambia su
actitud porque, de esta manera, destruye la fuente divina de si mismo. Pero
este estado de estar contra su propia esencia (contra el espíritu) tiene el riesgo
de aniquilar su potencial hasta que
no hay una vuelta posible y entonces desaparece en la energía universal. Es
como una aplicación de la ley científica que el encuentro de la materia con la
antimateria provoca aniquilación. En este sentido, el mal contra el espíritu,
como energía liberada, no es nunca una fuente de energía viable. El mal se aniquila
finalmente a si mismo porque todo lo que se separa de las energías de la fuente
se autodestruye. Es el caso para toda
construcción humana y todo acontecimiento que no tiene en cuenta el movimiento cíclico y en espiral de la
energía universal.
Podemos por fin concluir que
el papel del mal es formar una polaridad
con el bien para ver lo que es el equilibrio, en el justo medio, conforme a
nuestra esencia divina. El mal es como la antimateria. Nos reduce a nuestra
esencia. El mal nos pone en crisis de malestar.
Nos empuja al equilibrio y la perfección. Nos abre la puerta de nuestro
potencial creativo para buscar alternativas más respetuosas y sabias. Así, por
el contrario, cuando nos polarizamos demasiado en el bien (o en la
espiritualidad) , por encima de nuestro potencial realizado en el nivel
consciente, provocamos reacciones
contrarias. Llamamos a situaciones de bloqueos o de mal (accidentes, perdidas,
enfermedades…) que nos afectan. Se pueden rectificar cuando lo reconocemos. Eso
es una verdad en todos los niveles de la conciencia. Aquél que sube demasiado
caerá y aquel que tarda en subir pedirá ayuda y protección llegado el momento.
El mal está también conectado al contexto colectivo.
¿Como una mujer que roba
alimentos para sus hijos, no teniendo dinero ni ayuda de su entorno, puede
haber hecho mal? En nuestro contexto social es visto como mal y juzgado como
tal. No podemos aceptarlo por el hecho que no hay una conciencia colectiva y un
consenso que reconoce la existencia de una falta colectiva para que tal situación
sea posible. Es solo “culpa” de esta
mujer. La inconsciencia colectiva no puede reconocer que es el origen del mal.
¿Cuanto tiempo estaba excluido
el amor entre dos personas del mismo sexo porque la inconsciencia colectiva
focaliza el amor siempre en la polaridad y la división entre hombres y mujeres
sin poder imaginar que la sexualidad en el plan divino pudiera tener también
otros sentidos y objetivos que solo procrear? ¿Quién puede pretender conocer el
diseño del plan divino en este tema?
Podemos también mencionar el
problema de la droga y de la violencia que no tienen solución por falta de una visión
justa para transformarlas en positivo. Hay realmente una falta de luz en la
conciencia individual y colectiva para poder situar nuestro mal en la evolución
del conjunto y guiarlo a una mayor armonía en el conjunto. En la mayoría de los
casos excluimos y no tratamos las causas. La represión nos empuja casi siempre a un laberinto que aumenta
los problemas o alimenta la
rebeldía.
El mal en el contexto cíclico del planeta.
Vivimos a nivel de la
humanidad un tiempo de crisis o de malestar. Efectivamente, al nivel de nuestro
sistema solar existe también el fenómeno de la separación que se llama el
desdoblamiento del tiempo (Jean-Pierre Garnier Malet). Pero no existe únicamente
el desdoblamiento del tiempo. Cíclicamente existe también el desdoblamiento de
lo que la ciencia llama las 4 constantes del universo en el nivel de un sistema
del universo. Lo podemos comparar a nivel espiritual con los 4 jinetes del
libro del Apocalipsis:
- El espacio o la densificación: dirige la encarnación de nuestro espíritu y
también, a nivel colectivo, el progreso de la conciencia planetaria como
espíritu de la humanidad;
- El tiempo o movimiento: dirige el ritmo de las rencarnaciones de
nuestro espíritu y de las civilizaciones del espíritu planetario, reflejado en
las razas y las culturas de los diferentes continentes;
-
La fuerza o luz inteligente de la energía
cósmica: dirige la amplitud de la
manifestación de nuestro espíritu y el movimiento de la organización de unión
de la humanidad por medio de sus colectividades, regiones, naciones y uniones
de naciones;
-
El acuerdo o la armonía con los tres primeros: dirige el nivel de exteriorización de nuestro
potencial de conciencia de amor y de sabiduría realizados y de la conciencia
planetaria, realizada por la humanidad en la convergencia de su conciencia.
Salimos de un ciclo de cuádruple desdoblamiento
que comenzó en la época final de Atlántida. Podemos situarla al fin de la época
de Leo, dos ciclos de 5125 años antes de nuestra época de comienzo de Acuario,
alrededor de los años -8250. Desaparecía en poco tiempo la mayor
parte de lo que quedaba del gran continente en lo que llamamos ahora el Océano
Atlántico. Provocó una subida de las
aguas alrededor entre otros de los continentes europeo y africano y en el mar
mediterráneo. La decadencia de la civilización monolítica era total en ese
momento. La base empezaba a sentir la necesidad de tomar conciencia de
si-mismo, del amor propio y de tener la materia que manipulaba para entrar en
ella. Era un proceso lógico, que correspondía al nivel de la conciencia planetaria
y la necesidad de su crecimiento según el plan divino. Esto iba junto con
cambios importantes en el planeta y su relación con el sistema solar.
El equilibrio, o el efecto Balanza (del mayor
ciclo zodiacal) disminuía en el ultimo ciclo de 5125 anos de la época Atlántida. Provocaba tensiones
entre iniciados (en la cumbre de la pirámide social) y no iniciados (la base más baja). Es el
aspecto Virgen. La casta de los
iniciados era más y más ecléctica, preocupada
de su confort en detrimento de su
nivel espiritual elevado, ignorando de esta manera las necesidades materiales
concretas de la base. Igualmente los
últimos gobernantes estaban más y más perdidos en sus privilegios. Todo eso
provocaba una ruptura. La base y un parte de la casta de los iniciados no
querían seguir más a los gobernantes y se alejaban de ellos, emigrándo o rebelándose.
Comenzaba al fin el desdoblamiento del ciclo
solar. Los espíritus se duplicaban o se separaban en distintas dimensiones. Nacía
la separación entre cuerpo y espíritu. Una parte dejaba la tierra, otra parte entraba
dentro de la tierra y el resto se dispersaba sobre la tierra. Con la
destrucción de la Atlántida empezaba la experiencia hacia el centro de la
materia y el átomo y se distorsionaba progresivamente la memoria de su cultura,
de su sabiduría y las tradiciones de sus enseñanzas. No obstante no desparecía
completamente. Continuaba en la cultura de diferentes continentes, por ejemplo
sus restos se encuentran en la cultura de los Celtas, en el norte de África
(Egipto), Asia y América (los Mayas). El
sueño de una unión perdida quedaba grabado en la memoria de muchos pueblos.
Empezaba entonces un ciclo de sombra sobre lo
que era necesario construir la conciencia individual y una nueva civilización, dispersada
sobre la tierra. Esta conciencia servirá de base para la conciencia colectiva a
construir ahora. Los grupos, errando por la tierra, se dispersaban. El
individuo en un primer tiempo estaba confrontado con los desafíos de la
naturaleza y la liberación de sus fuerzas. Desarrollaron progresivamente una
agricultura más elaborada que conduce
finalmente a la sedentarización y la domesticación de animales. Es el tiempo en
el que se refuerzan las energías del signo de Cáncer a nivel del sol.
Poco a poco las nuevas entidades necesitan estructurar
sus experiencias, buscando lugares para facilitar la organización de la vida y
los intercambios. Tenían también que superar el miedo a la destrucción que
quedaba del pasado, soñando a un
nuevo paraíso o tierra prometida. Es en el tiempo de Géminis cuando se
desarrollan las bases de una nueva cultura y una nueva manera de pensar. Sigue
el tiempo de Tauro con las primeras dinastías en Egipto y la historia del
nacimiento del pueblo hebreo que toma posesión de su tierra prometida. Refleja
un resquicio de la memoria de Atlántida en la que los espíritus elegidos eran
empujados a liberarse de su karma de fugitivos para preparar las bases de una
liberación de su espíritu divino. Se expresa en la historia de Melchisedech y
después en la de Moisés. Viene después el tiempo de Aries para anclar este
proceso en la conciencia del yo (yo soy) consolidándose por intermedio de los
profetas que preparan la reunión con el yo espiritual y divino. La
culminación de esta era llega en Jesús,
el Cristo, anciano gobernante e iniciado de Atlántida. Venía a dar una
dimensión espiritual a la personalidad humana y su conciencia espiritual. Mejoraba los restos de la vieja enseñanza
Atlántida, dándole una dimensión más universal y abierta por su mensaje del
amor incondicional que es la ley divina, grabada en cada ser humano. Eso le
costó su vida pero permitió repartir su espíritu en el planeta permitiendo un
proceso de reunión del Espíritu
Atlántida perdida en diferentes dimensiones que deberá cumplirse en un próximo
futuro.
Jesús, como primera manifestación del Cristo, o
del estado de “Ser Unido” con el Único, preparó el fin del ciclo de
desdoblamiento de ahora. Para realizar eso se liberó también de su propio karma
de separación que tenía su origen en la decadencia al final de la época
Atlántida (el rey Poseidón). Progresó de
esta manera en su papel de Instructor del mundo (el Adam o atma, la respiración
del alma del mundo) y venia con su potencial de Mesías o enviado del Único.
Preparaba la nueva luz de la época actual con su nuevo ciclo de unión en lo que
todos están llamados “Ser unidos
crísticos”.
El malestar del mundo actual es el fin de la experiencia
de separación individual y colectiva entre materia y espíritu. La solución y la esperanza del diseño divino es la
expresión del espíritu de la fraternidad universal en cual la jerarquía del
potencial realizado de cado uno se expresa de manera solidaria en nuevas formas
de convivencia. Parece claramente la
única manera para la transformación positiva del mundo actual en crisis. Concretamente
quiere decir: formar nuevas formas colectivas y centros de unión donde se
comparten las nuevas experiencias para crear una nueva visión de síntesis en
concreto. Es una visión que une en lugar de separar. Es una visión que
transforma en lugar de reprimir y de rechazar, haciendo la justa distancia frente
a lo que no está dispuesto a transformarse. Es una visión que hace la
confrontación con la esencia, los valores y las causas de las manifestaciones
actuales, proyectando nuevas perspectivas y soluciones. El salto cuántico, del
que se habla en el mundo espiritual actual, no es tanto todo el trabajo de
elevación en las esferas mas sutiles sino primero este trabajo concreto de
crear relaciones más justas con uno mismo, el entorno y lo demás. Es permitir
que la cuarta dimensión del acuerdo y del consenso se exprese de nuevo de
manera abierta, clara y coincidente con los cambios de las nuevas energías del
universo. Esto provocara el cambio de la cualidad vibratoria que nos llevará a
la quinta dimensión. Este salto no es posible de otra manera. Cualquier otro
salto sólo sería virtual o ilusión sin fundamento duradero. Ningún mal se
transforma sin confrontarlo en uno mismo.
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