La humanidad, nuestro planeta y su ambiente están en
crisis. Se trata sobre todo de una crisis causada por la separación del mundo
material del mundo espiritual. Desorganiza autoridad y valores establecidos y
los trae hacia confusión entre oscuridad y luz, entre lo que es verdadero y no
verdadero. La abundancia de información refuerza aún estas tendencias. La vida
del ser humano moderno con su ritmo desenfrenado, sobre todo el de los
adolescentes, es un ejemplo que habla. Por una parte, estas autoridades hacen
reflejar, a menudo por interés propio, una libertad cada vez más egocéntrica
haciendo creer que el bienestar es dependiente de las ilusiones del aumento del
consumo y el crecimiento económico que supone. Por otra parte, estas
autoridades se sienten obligadas retener la responsabilidad en normas cada vez
más complicadas. Tapan a los tribunales y causan a menudo mucha tensión y
situaciones desesperadas. Dirigen así el ser humano según sus propias opiniones
limitadas, a menudo en nombre de un orden superior, pero en realidad como
excusa por falta de confianza y por miedo a perder el control. Este ciclo de
separación entre oscuridad en la base y la supuesta luz del poder, que pretende
tener todas las soluciones, afecta a su final. Este final de confusión tiene
como consecuencia cambios profundos en todos los ámbitos de la vida. Se les
espera y es deseado por una masa de gente, cada vez más importante y crítica.
Al mismo tiempo el mundo está a la espera de alguien que pueda informar y
canalizar a una nueva dirección liberadora a estos acontecimientos.
El gran reto para este
Instructor del Mundo, esperado, es pues unir este mundo dividido en un mundo mejor,
más unido. Debe guiar la canalización del paso de un mundo de las pasiones y
pensamientos cuadrados, fijos y exaltados, mantenidos por el orden establecido,
hacia un mundo más intuitivo, de conocimiento más directo, más extenso y más
universal. La esperanza crece en que alguien pudiera abrir la puerta de un
paraíso terrestre más concreto, justo y más respetuoso, que corresponde al
sueño sembrado en el alma de cada ser humano.
Las decepciones del mundo
materialista, acentuadas por la intensificación de sus crisis autodestructivas
del tiempo actual, abastecen la esperanza en el ser humano de acercarse a la
verdad superior de su naturaleza divina. Esta verdad profunda consiste en la
expresión de una vida más creativa, que engloba y penetra finalmente todo por
amor y sabiduría. Este sueño del paraíso ya no es compatible con la vida actual
de consumo material y espiritual sin límites.
Estas decepciones son la
consecuencia de la sumisión ciega de la masa de la gente a normas u órdenes que
prueban los límites y distorsiones de la comprensión humana de sus sueños
políticos, religiosos, económicos u otros. El verdadero sueño del paraíso es
más auténtico. Trae a una verdadera libertad gracias a una apertura de la
conciencia para relaciones más justas o armoniosas.
Esta conciencia afina en cada uno la sensibilidad para la capacidad de responder
de manera más justa a las llamadas de la vida en el interés del mayor bien del
conjunto de la vida. Esta sensibilidad incita al ser humano a la realización de
relaciones más justas con sí mismo, su ambiente y otro. Este es el verdadero
sueño de la perfección sobre el camino de la Gran Verdad Divina y de la Vida
Divina en cada ser humano.
El mundo se imaginó
muchas condiciones a las cuales este Instructor debería responder. Se mezclan
con las profecías que avanzan el verdadero final del mundo, cuando el ser
humano subirá (dará la vuelta) en un plan superior o etérico de la casa cósmica
del Padre Creador. No estamos actualmente en el final del mundo sino al final
de “un” mundo o de un ciclo en la evolución de la humanidad donde se debe hacer
una elección de su supervivencia. Esta primera elección de su destino, o
elección escatológica, es una elección que recurre a la conciencia de la
totalidad de la humanidad.
Es una llamada a aceptar
la creación de relaciones más justas más allá de todo poder de soberanía del
viejo orden, que sea el fundamento de este orden establecido. Se trata
realmente de una elección sobre la libertad de la conciencia divina y crística
de amor en cada uno y el derecho a expresarlo en su vida, teniendo en cuenta
que la esencia de toda libertad supone solidaridad, interactividad y armonía.
Ninguna filosofía o religión puede ignorar esta verdad.
La libertad no puede
imponerse. “Puede solamente despertarse en el otro por los que muestran que la viven ”. Es a la imagen de
Jesús que despertaba a Lázaro de la muerte. Esto simboliza hoy la enfermedad de
la humanidad, que no debe conducir a la fatalidad de su destrucción. La
enfermedad (mal-adie en francés: o mal del alma) que anima a la humanidad debe,
según el plan divino, actualmente llevar al despertar de la conciencia
colectiva, gracias a la bajada del Espíritu del Cristo, permitiendo un nuevo
Pentecostés colectivo.
Cada individuo se sentirá
por fin libre con el despertar de esta conciencia colectiva. Podrá así
participar conscientemente en el desarrollo de la experiencia y la expresión
del estado divino del Cristo en hacia los planes más sutiles o el sentido del eterización,
mencionado arriba. Los que no aceptan esta elección se auto-excluirán de esta
ascensión al tiempo del Último Juicio y se exponen mientras tanto a la ley de
las fuerzas fatales, o dominantes, que gobiernan “el ser no consciente”.
El Instructor del Mundo
aclara esta elección que consiste en la
acción concreta de unir o de manifestar la nueva unión del mundo espiritual
con el mundo material. No es pues una elección “exclusiva” para o contra de uno u otro mundo. Es una “elección inclusiva y permanente” que
sigue hasta el momento de la segunda y última elección escatológica del Último
Juicio donde cada uno se juzgará el estado de su naturaleza divina frente a la
Realidad del Cristo que aparecerá entonces.
Este Instructor debe ser pues
muy realista. Debe tener a la vez los pies bien afianzados en la tierra y la
realidad de la base, o de la masa de la gente y el mundo de la manifestación, y
a la vez debe estar íntimamente conectado con el Espíritu Universal y Único de
Verdad, del cual es el defensor o el abogado (Paracleto, o portador de las
claves). Al mismo tiempo indica el camino, o da las nuevas claves, que traen
hacia el Espíritu Universal (la Padre-Madre) a través de los distintos niveles
crísticos y búdicos (del despertar) de la creación por el cual Éste se
manifiesta.
El nombre del Instructor
del Mundo hace alusión al Espíritu de Soplo (hatma o adem/Adán) que guia a la
humanidad, como un Padre, desde sus primeros pasos sobre el planeta hasta la
realización de su naturaleza divina, más allá de las dimensiones terrestres de
la vida.
El instructor focaliza
actualmente este Espíritu que baja sobre toda la humanidad y lo revela a “todos
los que tienen ojos para ver y oídos para oír”. Guia los seres humanos
hacia “las aguas de las fuentes de la Vida”, como está escrito en el libro del
Apocalipsis (7.17), para que se realice
la nueva alianza de la Fraternidad Universal de Dios con el hombre. No se
presenta como Dios, aunque su unión con Dios sea única, sino como su servidor y
el alumno-maestro mayor de cada uno. Dice entonces: “No, atención, soy un
servidor como tú y como tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús. Es a Dios
a quien hay que adorar” (Apo.19). No busca pues ni poder, ni privilegio, ni
sumisión. Quiere la liberación de la voluntad divina en cada uno y de la unión
única de cada uno con el Principio Creativo Universal (el Padre), a final que
cada uno, gracias a esta unión, pueda expresar libremente el potencial (o los
talentos) que su alma contiene.
Este cambio de punto de
vista es difícil de aceptar para los responsables del orden establecido. El
poder es para ellos todavía sinónimo de superioridad de autoridad, que legaliza
la sumisión, en vez de una fuerza luminosa para guiar sus similares. Esta
superioridad está basada en iniciaciones y rituales de un alejado pasado,
aunque de origen de naturaleza espiritual. Perdieron en gran parte su fuerza y
su sentido justo, debido a las tendencias demasiado pasionales o idealistas y a
la división entre espíritu y expresiones materiales, cuyos símbolos eran el
guión.
El problema del mundo
oficial actual es que busca la
cuadratura del círculo. O proyecta demasiado la espiritualidad en un mundo
trascendente de ideales, lejos de la vida concreta, o reduce la espiritualidad
a estructuras y normas estrictas o a la relatividad de los mecanismos cuánticos
del mundo material. En concreto, vacía el mundo de la manifestación de su sustancia
espiritual. Por otro lado, se imagina el poder dar valores espirituales al
mundo material sin darlo con la fuerza concreta de sus fuentes espirituales. Se
crean pues normas y esquemas, y también dogmas para volver, lo que sobrepasa una
experiencia probada, aceptable para una conciencia cuadrada y calculadora. El
mundo se balancea entre anticipación sobre ideales de un sueño, demasiado lejos
y en consecuencia irrealizable, y el bloqueo en acervos del pasado. Esta confusión
es una excusa para imponer a menudo su autoridad sin tener en cuenta la
realidad más profunda que es más dinámica y sin límites.
La historia nos muestra,
por ejemplo, cómo el mensaje del Cristo, de hace dos mil de años, ha sido
difícil de integrar en el orden existente. Jesús no lo pagó únicamente con su
muerte sino en su propio ambiente, incluso en su familia, el dibujo divino de
su misión no pudo ser completamente comprendido y planteó problemas para su
aplicación con las leyes vigentes. Esto fue ocasión para toda clase de conflictos
y problemas para interpretar de una manera justa las fuentes históricas en el
verdadero marco de una intención divina. Esto fue la causa también de
asesinatos, sectas, tabúes, exclusiones, obstinaciones, exageraciones y de la inquisición
que todavía perduran.
Para convertir este
mensaje de amor en más aceptable y más universal, se ingresaba, por contradictorio que esto pueda resultar, en
moldes y estructuras cada vez más dogmáticas y jurídicas, que prueban que las
interpretaciones humanas en base a las convicciones e intuiciones que a menudo
han sido condicionadas por las necesidades de refuerzo del poder del momento.
No lanzan aquí la piedra sobre cualquiera, porque cada uno contribuía a su
manera. Vuelvan pues hacia el sentido
profundo del mensaje y paren este espíritu de división e investigación, que
disputa en vano sobre el pasado. Debemos retornar hacia el Espíritu de Verdad
de la Fuente.
Seres humanos más
conscientes admiten que están hechos a imagen de Dios y en consecuencia que su
naturaleza es divina. Pero si el orden establecido sigue considerando el ser
humano como siempre en la fase de la conciencia de un niño divino, entonces es
difícil progresar manteniendo esta imagen que es a menudo demasiado ingenua,
demasiado simplista e incompleta, exaltada y deformada. Es la frustración del
creyente actual que se vuelve adolescente
divino. No ve otra salida que rebelarse contra el orden establecido o contra
sus padres que creen, con todas sus fuerzas, que su opinión es inamovible, válida
e incuestionable. Es como todo lo que ha sido ya experimentado y revelado para una conciencia
aún bien limitada.
Es una imagen reversible,
que se llaman “anamorfosis espiritual”, o una deformación mental, más o menos
inteligente, espiritual y religiosa de Dios y su Gasolina. Es decir, el
problema de la inteligencia humana viene del nivel de su evolución mental
imperfecta. Su mente ve las cosas a través de un horizonte y de un ángulo
reducidos. Eso deforma la comprensión de su verdadera naturaleza y el sentido
de su vida y se traduce necesariamente en misterios o en lo inexplicable.
Encontramos un ejemplo artístico de esta deformación en el Convento de la Trinidad
de los Montes en Roma. Se trata de la anamorfosis de San Francisco de Paula del
pintor Emmanuel Maignan.
A la necesidad de
evolucionar y mejorar la visión mental del ser humano, responde un estímulo
real de su cerebro (efecto Kundalini, expresión concreta de la subida de la
energía hacia el nivel sutil, espiritual). El plan divino prevee esto
cíclicamente. Este estímulo, sobre todo mediante el sol y también por el cambio
de la luna, se intensifica actualmente para que el ser humano pueda percibir el
mundo desde el punto de vista más racional, geométrico, y matemático, por lo
tanto más científico. Esto debe dar a la espiritualidad y la religión un
sentido más concreto y más tangible que se perdió hace tiempo.
Esto significa un gran
progreso. Con todo la trampa es la fijación dentro de esto o no ver que la
mente forma parte de un conjunto infinito, dinámico, cíclico y evolutivo que
obliga a las estructuras y los esquemas establecidos a cambiar continuamente.
Este conjunto forma parte de una realidad infinita y divina que se extiende
sobre varios niveles o peldaños sobre la escala de la manifestación. El ser
humano, de conciencia limitada, sólo ve más o menos claramente que un único peldaño,
la vida terrestre. Los otros peldaños sólo los percibe a veces vagamente y a medida
que llega a respetar el primer peldaño de la vida terrestre.
Si se pregunta sobre
aquello que el mundo actual tiene verdadera necesidad, seguramente es la de una
visión espiritual más coherente de la vida en la cual las particularidades de
cada uno reciben su justo valor. En vez de estar basado en poder, notoriedad,
dinero, color o convicción, los valores justos están en relación con
expresiones auténticas de armonía en el conjunto. Armonía es a su vez expresión
de amor y sabiduría. Por otro lado no es posible imaginar cómo la humanidad
entera puede considerar la unidad necesaria que garantiza una paz duradera que
apacigua su hambre y su sed hacia un mundo mejor.
Esto vale para todos los
ámbitos de la vida: la política, la vida social, la economía, la vida
profesional y artística, la ciencia, la salud física, emocional, mental y
espiritual y la vida espiritual y religiosa. Es un verdadero reto para el orden
establecido y sus responsables. Funcionan casi todos según el principio de la
exclusividad del poder, o también, de la mayoría. Es decir, tienden a eliminar
lo que consideran como una amenaza para sus sistemas, convicciones o fe. ¡Con
todo, todos declaran la tolerancia!
La misión del Instructor
del mundo no es juzgar, en el sentido de condenar, ni de sancionar el mundo
establecido, sino unir más allá de toda división en una visión holística que transgreda
todas las referencias hacia los valores establecidos. Esta visión se concreta en el trabajo de síntesis. Designa “la
unidad en la diversidad según el nivel de servicio” que esta diversidad
vuelve a la armonía del conjunto. Es un trabajo y una visión que reconoce las
diferencias pero que ve también el servicio que prestan o pueden prestar cuando
reciben su justo valor para el mayor bien de todos en el conjunto. Lógicamente
se sigue un trabajo de armonización. Con todo el Instructor no
hará ningún trabajo o acción en lugar de los otros, si son capaces de hacerlo.
Esto retiraría la fuerza de su voluntad y bloquearía su proceso de
transformación.
El rechazo a cambiar,
armonizarse y aceptar una visión más global a menudo se basa en la incapacidad de
ver la realidad de la vida en relación a
la voluntad del plan divino para la humanidad. Esta voluntad se interpreta demasiado
a menudo según una comprensión limitada
y personal de maestros y responsables por las razones mencionadas ya arriba, y
también para evitar enfrentarse con sus propios errores.
El Instructor del Mundo
tiene como misión de aclarar la voluntad del plan divino frente a esta
incomprensión, tal como la Gran
Invocación evoca. No tiene importancia si el orden establecido está de
acuerdo o no con eso como en la época de Jesús. Su misión tiene como finalidad
de proponer un nuevo orden más dinámico en el cual sean posibles relaciones más
justas y en el cual la responsabilidad del individuo se armoniza con la
responsabilidad colectiva de los responsables.
Su método es pues el
trabajo de síntesis (del griego suntesis- σ ύ ν θ ε σ ι) o la acción de reunir
o agrupar, invitando a los seres humanos “ponerse juntos para hacer experiencias de
vida juntos” en actos concretos. Esto es crucial en las crisis de los cambios
planetarios y cósmicos actuales que preceden al proceso de eterización. La
supervivencia de la humanidad no se
garantiza hasta que se creen relaciones más justas que invitan a compartir,
convivir, cooperar y comunicar en un espíritu de solidaridad en amor y
sabiduría. Son las 4 técnicas concretas básicas de la ciencia de síntesis
(sintonía, sincronía, sinergia y sinopsis).
El trabajo de síntesis es
realmente un proceso de aprendizaje concreto de interactividad entre todos los
niveles de organización de la vida de la humanidad. Es un trabajo de escucha,
apertura, ajuste e instrucción mutua para redescubrir los verdaderos valores de
las fuentes de vida. Todo el mundo los reclama para sí, incluso en voz alta en
reuniones y conferencias, pero muy poco numerosos son los que lo practican, ni
en el mundo material, ni en el mundo espiritual. Su espiritualidad está en
demasiadas palabras, demasiados principios y demasiadas normas que permanecen
en el aire porque la verdadera espiritualidad es directa y sólo se expresa a
través de actos directos. Verdaderos valores, “expresados” en actos
enérgicamente concretos, que hacen referencia, como valores constructivos, a la
armonía del conjunto, deben sustituir a las construcciones materiales y
espirituales actuales de la torre de Babel. Los humanos se han imaginado estas
construcciones deslumbradoras por su incursión en el mundo de la separación
entre espíritu y materia desde hace alrededor de doce mil años.
Esto es el reto, la
esperanza y la misión que el Instructor del Mundo aporta como Luz del mundo para
su transformación hasta el corazón de
cada ser humano. Mediante esta
transformación de la manera de pensar el corazón y la cabeza ya no serán enemigos,
lo que cerrará la puerta del mal.
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