El libro de Stéphane Hessel, Indignaos, es muy conocido. Refleja, para una gran parte de personas, la frustración que vive la humanidad entera. Pero algo está cambiando en todo el planeta en la conciencia del ser humano.
Cada vez más personas se indignan sobre la forma como está dirigido el mundo y como se sienten dirigidos ellos mismos. Empezamos a ser conscientes que vivimos dentro de una gran mentira de libertad. Una gran mentira de relaciones entre nosotros mismos, en nuestro ambiente y entre los demás. Consumismo, el deseo de ganar más y producir siempre, aún a despecho de todo perjuicio y pérdida de respeto, aumentan las divergencias crecientes en la sociedad, la sumisión y pasividad…. Por fin, un conjunto de situaciones que muestran LA NEGACION de nuestra propia autenticidad, de los valores de igualdad, de la verdadera libertad y de la verdadera fraternidad, junto con la solidaridad, el amor y la verdad hacia nosotros mismos, hacía nuestro ambiente y el de los demás, y la auto-confianza en nuestras posibilidades creativas.
La indignación es la primera etapa de la transformación del inconsciente en la gran masa de la gente. Es una reacción casi automática que comienza al nivel individual para ir extendiéndose a continuación. ¡Ya basta! “Siento mi verdadera forma de expresarme, anulada”. Es un sentimiento de estar siendo explotados como objetos, y bajo la autoridad de otros, en dónde no hay, o no se tiene en cuenta el espacio para compartir ideas entre iguales.
Nuestra primera defensa es lanzar “ideas contra”. Por consiguiente, comenzamos a protestar como si las circunstancias que nos maltratan sean ajenas a nosotros mismos, sin tener ningún poder sobre ellas.
Está claro que es necesario reaccionar, defenderse y señalar con el dedo lo que no es justo. No decir nada y no hacer nada es asentir. Todo poder exterior en este mundo se basa, efectivamente, en nuestro acuerdo explícito o implícito (silencioso). Se mantiene mientras que la gran masa, en la cual se basa, lo permite, no importa si se trata de “elegidos oficiales” o de un pequeño grupo de llamados y conocidos como “iluminados” o desconocidos que trabajan en la sombra.
Protestando y generando acciones en contra, se corre el riesgo de causar a su vez, contra-reacciones y finalmente una escalada de reacciones destructivas sucesivas. La razón es precisamente que todo poder exterior no es más que una prolongación de nuestro poder interior. Por elección o por desconocimiento, le dimos una independencia en nombre de la democracia. Transferimos, pues, constantemente nuestra responsabilidad a los otros, fuera de nuestra propia respuesta, aún constatando que el otro se aprovecha de nosotros mismos. Explota esta transferencia de posibilidades para justificar e imponer su visión personal “iluminada” como superior. El resultado evidente es nuestra sumisión con la pérdida de nuestra libertad.
La segunda etapa, a menudo, después de muchas protestas y acciones sin verdadero éxito, es tomar una actitud más alerta, mediadora y prudente. La experiencia nos enseña que nos conocemos mal y que no interpretamos correctamente, la información recibida, parcial o totalmente.
Por falta de atención y por miedo a expresar nuestra autenticidad, nos dejamos constantemente influir por dogmas y oradores astutos de toda clase. Roban y violan nuestras ideas y sentimientos porque no dudamos de sus pretensiones evidentes y promesas de justicia. Solo sirven sobre todo a los intereses de sus convicciones y visiones personales, y no responden a lo que tenemos en lo más profundo de nosotros mismos. Solo la constatación de haber sido deudores de impulsos irracionales que vienen de fuera de nuestras vidas, nos hace tomar conciencia de nuestra realidad interior. “No quiero ya ser víctima de los altibajos causados por las condiciones temporales que se proyectan desde todos lados, y que afectan o violan a mi libertad, a pesar de mis protestas”.
Nos convertimos en personas más alertas e intentamos tener una actitud que nos libera de nuestras reacciones automáticas. ¿Nos podríamos preguntar qué equilibrio deberíamos proporcionar a nuestra realidad profunda, y qué actitud serviría al equilibrio del otro y del conjunto de nuestro ambiente?
En efecto, los problemas no se originan nunca completamente fuera de nosotros mismos. No somos conscientes, si permitimos así ser dirigidos y manipulados imaginándonos que no somos responsables, puesto que el mundo exterior nos sobrepasa y nos parece que su fuerza nos domina.
Nuestra reacción natural es ya no poder seguir en la misma dirección. Es un reconexión con nuestra verdadera naturaleza y sus posibilidades para responder más correctamente a la vida. A veces lo hacemos consciente, pero a menudo también inconscientemente. Eso responde siempre a una necesidad fundamental nuestra. Lo hacemos frecuentemente después de un accidente, una enfermedad, un encuentro, un libro… El resultado es un cambio en nuestras ideas, nuestros conceptos, nuestra visión. Estas nos impulsan a no seguir siendo fijos o absorbidos en el cuadro limitado y paralizante de nuestra vida anterior, con sus automatismos en situaciones temporales que se presentan. Esta confrontación con nuestra fuerza interior evoca nuestro bloqueo y la necesidad de un cambio de actitud.
Eso permite también constatar que seguimos estando vacíos y pobres, internamente, a pesar de toda la energía que invertimos para construir una vida más cómoda según las normas y dogmas colectivos. Esta actitud ya no va. Nos hemos de volver conscientes que todo cambio exterior, implica en primer lugar, un cambio interior para que sea eficaz y real. En palabras espirituales podemos decir: “el espíritu empobrecido, desmoralizado por insuficiencia anímica, está dispuesto a entrar en el reino del cielo”. El cielo es dónde nuestro Ser Superior controla a través de nuestra alma.
Para volver realmente a ser eficaces, es necesario retirar el poder largamente relegado fuera de nosotros mismos, creando una nueva respuesta según medios propios. Retirar este poder es pues reconocer que nosotros mismos somos los creadores del futuro, y que somos capaces de crear otro futuro “diferente”. Con todo, a menudo es necesario un mínimo de solidaridad con los demás. A menudo, nuestro cambio queda implicado en los fundamentos del conjunto de la vida y de la sociedad, hay más necesidad de solidaridad recíproca. El trabajo personal es pues importante y necesario para todo el cambio, pero no puede fructificar sino se abre exteriormente y se inscribe dentro de un trabajo colectivo para causar una respuesta más armoniosa que abarque a todos.
Nuestro individualismo nos hace caer únicamente en el saludo personal e individual, y nuestra incapacidad debe revertirse a nivel colectivo. Olvidamos que formamos un único gran cuerpo y que su salud depende de una salud interactiva entre todos sus elementos. Hace dos mil años un maestro espiritual se pronunció en este sentido. Tenemos, en efecto, que descubrir cómo vivir juntos si queremos sobrevivir. Es necesaria pues una posición de relaciones más justas, la de mediador, para ver más certeramente la injusticia en nosotros mismos, así como en nuestras relaciones con los otros y el ambiente que nos rodea. Es una actitud de libertad respetuosa o una actitud de estar en relación integral que nos permite apreciar si nuestras relaciones son justas o desviadas, y para intentar, una vez visto el desvío, ponerle remedio de manera correcta y armoniosa.
La tercera etapa es cuando comenzamos a comprender que formamos parte de un conjunto que puede cambiar. No es necesario que sujetemos nuestra vida en una mano, sino que creamos nuevas oportunidades o coincidencias concretas que facilitan nuestra unión y nuestra armonía con el conjunto. Así, interferiremos en el espíritu del conjunto y podremos modificarlo.
Y eso es el nuevo paradigma de la transformación actual del mundo: formar una masa crítica interactiva aprendiendo a proyectar y a valorar todas nuestras expresiones dentro del equilibrio y la armonía del conjunto.
En este contexto, constatamos que el individualismo y el egocentrismo están en el origen de los bloqueos de solidaridad con los otros. Existen también en los grupos y las naciones desde sus diferentes niveles espirituales. Debido a que están fijados en sus propios ritmos y prácticas, su lengua y sus propios conceptos, crean fronteras que son difíciles de sobrepasar. Es también el problema básico para la realización de la Unión real y verdadera de Europa. Afecta las diferencias que existen entre el mundo germánico, el mundo latino y el mundo árabe, y también dentro de cada uno de su propio núcleo.
La solidaridad de una masa crítica, para ser suficientemente eficaz, ha de estar basada en la interactividad entre expresiones diversas y en consecuencia la aceptación de las diferencias que hayan, incluso aplicarlas por respeto cuando no se encuentren en su medio natural. Sino se bloquea la convergencia real hacia una visión y conciencia solidaria a nivel planetario.
En la cuarta etapa es crear acuerdos de unión interactivos. “Quiero aportar mi visión de forma constructiva, dentro de un nuevo acuerdo que sirva al nuevo orden de armonía mundial”
La formación de un nuevo orden se basa en la comunicación de la masa crítica. La comunicación abre nuestras ideas, las enriquece y las cambia.
Científicamente, con tan solo cambiar un tanto por ciento de la masa crítica basta para efectuar un cambio sustancial. Creemos que esta masa crítica existe y que la voluntad de un cambio generalizado ya existe ahora. Sin embargo, el acuerdo para unirse es aún demasiado dependiente de intereses particulares y del miedo a perder privilegios. La mayoría entre nosotros aún quiere preservar la posición y la influencia sobre el entorno en el que tanto se ha luchado por obtener. Controlar la situación es nuestra defensa contra el miedo a lo desconocido, y nuestra falta de confianza de seguir el nuevo flujo que la vida está trayendo.
Tenemos a menudo dificultades para cambiar y no lo haremos hasta que seamos forzados por un acontecimiento principal e inevitable. Queremos también que sea el prójimo que cambie en primer lugar. Muchos querrían que todo el mundo pasara a ser como ellos y aplican todos los medios de conquista y manipulación por esto. En sentido contrario, desde el punto de vista espiritual, están también quienes se sienten ya cambiados. Están convencidos de que su supremacía transformará todo. Al fin, en general, somos o demasiado fatalistas o demasiado visionarios. Y sin embargo, tan solo una actitud justa demanda interactividad y dinamismo.
La unión de una masa crítica no funciona por fatalidad, ni por conquista o manifestación de una fuerza mayor o de una organización limitada cualquiera. Su fuerza no es real, sino funciona a través de la convicción, la motivación y el libre compromiso de cada uno dentro de un consenso colectivo. Es la liberación de nuestra propia prisión, enjaulada por nuestros dogmas y convicciones asentadas. De la fuerza superior de la transformación del orden existente. Protestar y exigir cambios puede cambiar las ideas, pero no cambia los hechos. Es una nueva visión más global y más moderada sobre la armonía colectiva, en la acción creativa de acuerdos sobre nuevas soluciones que vuelve la masa crítica efectiva. La masa crítica está más allá de todo concepto mental, religioso y espiritual restrictivo, y más allá de todas las diferencias, hábitos y lenguas. Es incompatible con privilegios y divisiones de toda clase. He aquí el problema concreto de la convergencia de nuestras conciencias después habernos indignado.
En la cuarta etapa es dónde comenzamos a comprometernos activamente en la transformación del mundo como un elemento de estímulo de la masa crítica. Es expresar la vida que queremos y no la que se nos impone. Es saber que al cambiar uno mismo, otros seguirán. Es comenzar a expresar nuestro paraíso interior a través de nuevas ideas y nuevas realizaciones que nos vuelven realmente felices, pues somos más libres. Es volver a ser responsable a nuestro nivel, pero con la perspectiva de la mejor armonía del conjunto. Este trabajo implica la búsqueda de una nueva unión y acuerdo con el otro. Implica a menudo cambios radicales de lugar, casa, trabajo... La creación de la (cuarta) dimensión del acuerdo y del sentido, implica efectos sobre lo demás y la armonía del conjunto.
En la quinta etapa es la dónde la masa crítica se vuelve operativa en la elaboración concreta de otra sociedad que corresponde más a nuestra verdad interior. “Yo mismo permanezco viviendo con otros y también gracias a los otros”.
No será más una sociedad dominada por minorías o por mayorías de partidos que defienden sus visiones, deformadas por sus intereses. Será una sociedad interactiva, guiada por un consenso sobre la armonía dinámica del conjunto. Será de nuevo más rural, próxima a la naturaleza sin alterarla, conocerá un crecimiento según sus verdaderas necesidades. Conocerá la abundancia colectiva basada en una sobriedad modelada por la felicidad serena de cada uno, gracias al compartir, a la cooperación, la convivencia y la comunicación solidarias. Si el dinero existe aún, no será más un obstáculo, objeto de ganancias y deseos de acumulación y consumo para ser feliz, sino un simple medio de intercambio y ajuste entre las personas.
Seguirá una sexta etapa. Es la que nacerá para la toma de conciencia, que la acción de otra sociedad más feliz y respetuosa requiere. Se precisa un trabajo de síntesis y una conciencia de síntesis. La creación de una sociedad basada en relaciones más justas, requiere la comprensión de las relaciones entre los distintos niveles de unión (o los distintos valores de armonía) que pueden existir entre las diferencias que se presentan en la vida. El hundimiento de nuestra sociedad actual está causado por la separación del paradigma económico de todos los valores humanos, al cual sirve el individualismo y egocentrismo a pesar del espíritu colectivo y sus exigencias. Una sociedad que separa, se destruye progresivamente e inevitablemente.
El trabajo de síntesis es un trabajo constructivo de unión y de discernimiento de los distintos niveles de armonía del conjunto, a los cuales pueden contribuir todos sus diferentes elementos de una única manera. La visión de síntesis armoniza, pero no excluye, ni separa. No globaliza, sino da a cada uno y cada cosa su justo lugar de servicio en la armonía del conjunto.
Queda claro que el futuro verá nacer centros de síntesis donde se formarán la visión de síntesis, salida directamente de las experiencias de la escuela que es la vida. Serán centros de vida, de investigaciones, de formación, de mediadores y de guías, y de escuelas para los nuevos servidores del nuevo orden armónico y de paz mundial.
Hay por fin la séptima etapa será la magia de la creatividad. La creatividad es el ámbito de la celebración de la vida, honrando nuestros talentos, el genio de nuestro ser espiritual superior, la esencia animadora y el potencial de nuestra alma. Nuestra alma pide ser liberada y reconocida. “Soy esencia divina, co-creadora del universo. Crear me vuelve libre y me une a la energía de amor vivo de toda la creación. Crear me hace Cristo, amor vivo e incondicional. Crear es mi solo camino, mi sola verdad, mi sola vida. ”
Ningún nuevo orden se realizará sin una aplicación más amplia de nuestro potencial divino y creativo. Un nuevo orden mundial no puede contenerse en la prolongación de los viejos paradigmas sino en los odres de nuevas creaciones que darán un nuevo resplandor a la vida. Todos los esfuerzos para mantener la vieja matriz fallarán. Su fuerza se perderá por las fisuras del desgaste, fisuras irreversibles, vueltas irreparables.
Toda creación es, por esencia, una expresión mágica de la perfección de la vida, de un amor más incondicional y de una sabiduría más profunda. No hay otra manera para realizar el nuevo lugar que crea y transforma todo, contiene todo y aclara todo. Es evidente que crear para mantener lo viejo no tiene sentido, eso no hace más que provocar conflictos y acelerar su desintegración. El sentido de crear es superar la imperfección.
La creación de un orden nuevo, es cambiar el sistema fatalista de dualidad y de conflictos en nuestra mente, por un sistema supra-mental y creativo de consenso, basado en una transformación por pensamientos, de voluntad de palabras y actos positivos que expresan más valores, por tanto más sabiduría, más amor y más inteligencia concreta.
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